Plan Global








PLAN GLOBAL 2007 - 2011

La palabra Duc in Altum (Lc 5,4) que abrió el Plan Global 2003-2007 del CELAM nos guió a las aguas ricas y fecundas de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe que se realizó en mayo 2007 en Aparecida.

Convocada e inaugurada por el Santo Padre, esta Conferencia juntó a 265 personas invitadas por él, entre ellas Cardenales, Arzobispos y Obispos, presbíteros, religioso(as), movimientos eclesiales, laicos, peritos y observadores de otras confesiones. La Conferencia de 20 días de duración se constituyó no sólo en un punto de encuentro y comunión de muchos sino fue también un acontecimiento eclesial que, bajo el manto de la Sma. Virgen, N. Sra. de Aparecida, y movido por el Espíritu, marcó el punto focal de la responsabilidad pastoral de la Iglesia en nuestro continente para los próximos años y abrió el camino hacia una misión continental.

El centro focal es una invitación a una auténtica conversión pastoral de modo que el actuar de la Iglesia facilite y sostenga aquello que sugiere el Documento de Aparecida No. 131: Jesús nos invita a encontrarnos y vincularnos estrechamente a Él, fuente de vida y portador de palabras de vida eterna. Esta invitación, asumida en el grupo de los suyos –la Iglesia nos hace participar de la Vida salida de las entrañas del Padre que nos impulsa a asumir su estilo de vida y sus motivaciones, correr su misma suerte y hacerse cargo de su misión de hacer nuevas todas las cosas, como sus discípulos misioneros.

En la experiencia de Aparecida se concibió y maduró el compromiso por una gran acción posterior en todo el continente, al modo de un nuevo Pentecostés, que con el ardor de un testimonio claro y efectivo permita que nuestros pueblos, en Él, tengan vida plena. Nuestros pueblos no son una estadística ni una idea sino rostros concretos donde reconocemos la refracción del rostro de Cristo.  Aparecida procura inspirar una Misión Continental cuyo fruto sea el que cada bautizado se renueve en la alegría de saberse discípulo misionero de Jesucristo para la vida de todos. Este paso, efectivamente serán muchos pasos progresivos, es la última etapa de Aparecida. “Ha sido para mí un motivo de alegría conocer el deseo de realizar una Misión Continental que las Conferencias Episcopales y cada diócesis están llamadas a estudiar y llevar a cabo”, nos dice el Santo Padre en su carta del 29 de junio, 2007.

El Santo Padre en su reciente carta encíclica Spe Salvi (30.11.2007) nos anima a emprender este camino de conversión eclesial y de construcción del mundo sostenido en la esperanza en Jesucristo. Esperanza que atrae el futuro dentro del presente; en el presente de nuestra fe ya nos han sido entregadas las metas por alcanzar. En lo que sigue presentamos el marco general (Parte I - Una síntesis del Documento Conclusivo de Aparecida) y el programa (Parte II) que el CELAM estableció para sus Departamentos y Centros en la reunión de Coordinación General de agosto del 2007 en los próximos cuatro años, para ordenar su colaboración con los diversos esfuerzos de las Iglesias particulares y de las Conferencias Episcopales en la realización de estos propósitos.

A María, N. Señora de Guadalupe, Patrona de Latinoamérica, N. Señora de Aparecida, y tantos otros nombres cargados de experiencias y esperanzas, le confiamos este programa para que nuestros pueblos tengan vida plena y abundante (cf. Jn 10, 10).


Aparecida, 8 de diciembre, 2007
Fiesta de la Inmaculada Concepción
+ Raymundo Damasceno Assis
Arzobispo de Aparecida, Brasil
Presidente del CELAM

PLAN GLOBAL 2007 - 2011

APARECIDA, UNA NUEVA ÉPOCA EN NUESTRA IGLESIA

1.1. El Camino de la Iglesia en América Latina y El Caribe

El camino de la Iglesia en nuestro Continente, en los últimos 50 años, ha estado iluminado por el gran acontecimiento del Vaticano II, y por el fuerte impulso evangelizador de las cuatro Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano.

El Papa Benedicto XV, al inaugurar la V Conferencia, afirmó que se celebraba “en continuidad con las otras cuatro que la precedieron en Río de Janeiro, Medellín, Puebla y Santo Domingo”[1]. Estos eventos estuvieron animados por “el mismo espíritu” e incidieron en la vida pastoral de las comunidades cristianas. El hilo que unifica todas las Conferencias Generales es la Evangelización. Sin embargo, se puede sintetizar muy esquemáticamente, diciendo que la principal preocupación de Río fueron los evangelizadores, de Medellín la persona humana y la sociedad latinoamericana; de Puebla la Iglesia y de Santo Domingo Jesucristo. En esa continuidad el Papa, en el Discurso Inaugural, trazó la finalidad de la V Conferencia:

Los Pastores quieren dar ahora un nuevo impulso a la evangelización, a fin de que estos pueblos sigan creciendo y madurando en su fe, para ser luz del mundo y testigos de Jesucristo con la propiavida[2].

1.2. Las transformaciones sociales y culturales del Continente

Las transformaciones culturales que vive América Latina y El Caribe, son propias de un cambio de época. Aquí presentamos algunos rasgos que se inscriben en el ámbito socio-cultural, económico, político y ecológico, desde la perspectiva de nuestra condición de discípulos misioneros abiertos a los “signos de los tiempos” y a los desafíos de la misión de la Iglesia hoy.

 

Un cambio epocal 

La humanidad entera ha entrado en una nueva épocaÉste hecho interpela nuestra identidad de discípulos misioneros. La realidad muestra “sucesivas transformaciones sociales y culturales” agitando intensamente nuestro mundo y resquebrajando el referente de nuestros valoresVivimos pues, en “una sociedad inestable y en transición, con sus luces y sombras”[3]. Nuestra Iglesia no es ajena al cambio epocal, es interpelada en la perspectiva de un profundo discernimiento de “los ‘signos de los tiempos’, a la luz del Espíritu Santo”; también se siente desafiada en su identidad y misión para ponerse “al servicio del Reino, anunciado por Jesús, que vino para que todos tengan vida y ‘para que la tengan en plenitud” (Jn 10, 10)”. (DA 33).

Todos los ámbitos de la vida de nuestros pueblos son influenciados en esta era de globalización: “La cultura, la economía, la política, las ciencias, la educación, el deporte, las artes y también, naturalmente, la religión”. El interés de la Iglesia es discernir la incidencia de este cambio epocal en la dimensión religiosa y ética de las personas que buscan a Dios, puesto que “sin una percepción clara del misterio de Dios, se vuelve opaco el designio amoroso y paternal de una vida digna para todos los seres humanos” (DA 35).

Frente a esa complejidad el interés de la Iglesia son las personas concretas, pues ellas “suelen  sentirse frustradas, ansiosas, angustiadas”, ya que están inmersas en una realidad que las desborda, sintiéndose insignificantes “sin injerencia alguna en los acontecimientos” (DA 36).

 

El impacto de los medios de comunicación social 

Los medios de comunicación social van configurando una nueva mentalidad y escala de valores con las que van presentando su visión de la realidad, sus intereses y sus valores orientados hacia la sociedad de consumo, el individualismo y logran instalar “culturas artificiales” y despreciar “las culturas locales” para dar cabida a “una cultura homogenizada en todos los sectores”.

La nueva colonización cultural se caracteriza por la autorreferencia del individuo, que conduce a la indiferencia por el otro, a quien no necesita ni del que tampoco se siente responsable. Se prefiere vivir día a día, sin programas a largo plazo ni apegos personales, familiares y comunitarios. Las relaciones humanas se consideran objetos de consumo, llevando a relaciones afectivas sin compromiso responsable y definitivo (DA 46).

 

Sobrevaloración de la subjetividad individual

El pluralismo cultural da origen a la subjetividad individual “en la que cada uno puede escoger, de la plural oferta de sentidos y prácticas sociales, lo que le parece mejor”. El gran “error” que plantea la sobrevaloración del subjetivismo individual es la exclusión de Dios. Lo señaló Benedicto XVI al afirmar;

Quien excluye a Dios de su horizonte, falsifica el concepto de la realidad y sólo puede terminar en caminos equivocados y con recetas destructivas” Además, “el individualismo debilita los vínculos comunitarios”, obstaculiza la búsqueda del bien común y cobran fuerza “los deseos de los individuos (Ibid).

 

La Globalización

Más allá de los rasgos negativos y positivos que presenta la globalización (DA 60, 61 y 62), ella constituye para nosotros un desafío y una inédita oportunidad que abre caminos y perspectivas, “para una renovada conciencia de la catolicidad de la Iglesia”, para crecer en la “conciencia de los derechos humanos”, para participar “en las conquistas científicas”, para hacer efectiva la “solidaridad con los más pobres”, para luchar “por la justicia”, para construir la paz, para una mejor “valoración de las culturas locales”. De modo especial se genera la “convicción de que el presente y el futuro de la humanidad depende de todos. Surge así el deber de globalizar la caridad y la solidaridad”[4].

 

Políticas económicas

Las políticas económicas que los Estados están implementando muchas veces están diseñadas para responder a los intereses de “las instituciones financieras y las empresas transnacionales”, “las industrias extractivas internacionales y la agroindustria”; subordinan a las economías locales… la preservación de la naturaleza al desarrollo económico, con daños a la biodiversidad, con el agotamiento de las reservas de agua y de otros recursos naturales, con la contaminación del aire y el cambio climático; debilitan a los Estados, “que aparecen cada vez más impotentes para llevar adelante proyectos de desarrollo al servicio de sus poblaciones” (DA 66). Las políticas económicas promueven los Tratados de Libre Comercio, los cuales, muchas veces se dan “entre países con economías asimétricas” (DA 67).

 

La Democracia

La democracia se va consolidando en el Continente y es necesario fortalecer “la democracia participativa”, y “generar cambios importantes para el logro de políticas públicas más justas, que reviertan” la “exclusión” (DA 75).

Sin embargo, se constata el creciente “avance de diversas formas de regresión autoritaria por vía democrática que, en ciertas ocasiones, derivan en regímenes de corte neopopulista” (DA 74); la “influencia de organismos de Naciones Unidas y de Organizaciones No Gubernamentales de carácter internacional, que no siempre ajustan sus recomendaciones a criterios éticos”; la inmadurez

de dirigentes políticos que radicalizan sus posiciones, fomentan la conflictividad, se polarizan, generando con ello frustración (DA 75); el “desencanto por la política y particularmente por la democracia” (DA 77).

 

La violencia

En muchos países se deteriora la vida social como consecuencia del crecimiento de la violencia, que se manifiesta en robos, asaltos, secuestros, y lo que es más grave, en asesinatos que cada día destruyen más vidas humanas y llenan de dolor a las familias y a la sociedad entera (DA 78).

El origen de la situación de violencia está en: 

La idolatría del dinero, el avance de una ideología individualista y utilitarista, el irrespeto a la dignidad de cada persona, el deterioro del tejido social, la corrupción incluso en las fuerzas del orden, y la falta de políticas públicas de equidad social (DA 78).

 

La agresión a nuestras riquezas naturales

Nuestro Continente es rico en recursos naturales. Se constata una agresión a esa riqueza ecológica y cultural que se manifiesta en el atropello a la sabiduría de las poblaciones tradicionales y sus conocimientos que sonbobjeto de apropiación intelectual ilícita, siendo patentados por industrias farmacéuticas y de biogenética, generando vulnerabilidad de los agricultores y sus familias que dependen de esos recursos para su supervivencia (DA 83).

 

Realidad de los pueblos indígenas y afroamericanos

La emergencia de los pueblos originarios y afrodescendientes buscando un mayor protagonismo en la sociedad y en la Iglesia, desde la riqueza de su sabiduría y cosmovisión contrasta con la situación de exclusión en la que se encuentran ya que afrontan actualmente el menosprecio de la sociedad, la exclusión y la pobreza (DA 89, 90, 96).

Este es un kairós para profundizar el encuentro de la Iglesia con estos sectores humanos que reclaman el reconocimiento pleno de sus derechos individuales y colectivos, ser tomados en cuenta en la catolicidad con su cosmovisión, sus valores y sus identidades particulares, para vivir un nuevo Pentecostés eclesial (DA 91).

 

Rostros que nos desafían e interpelan

La realidad actual de América Latina y El Caribe nos muestra rostros sufrientes que demandan una respuesta solidaria fundada en el amor. Entre ellos, están[5]:

  • Los pueblos originarios y afroamericanos, excluidos y no tratados con dignidad e igualdad.
  • Mujeres maltratadas y “excluidas en razón de su sexo, raza o situación socioeconómica”;
  • Jóvenes, con educación de baja calidad, sin oportunidades de progresar ni de entrar en el mercado del trabajo para desarrollarse y constituir una familia”;
  • Personas que sobreviven “en la economía informal”: “pobres, desempleados, migrantes, desplazados, campesinos sin tierra”.
  • “Niños y niñas sometidos a la prostitución infantil; también los niños víctimas del aborto”.
  • Personas y familias que viven en la miseria y pasan hambre.
  • Los rostros debquienes dependen de las drogas, las personas con capacidades diferentes, los portadores y víctima de enfermedades graves como la malaria, la tuberculosis y VIH-SIDA, que sufren de soledad y se ven excluidos de la convivencia familiar y social.
  • Los rostros de “los secuestrados y los que son víctimas de la violencia, del terrorismo, de conflictos armados y de la inseguridad ciudadana”.
  • Ancianos excluidos del sistema productivo, muchas veces rechazados por su familia como personas incómodas e inútiles.
  • Los rostros de quienes están privados de libertad en las cárceles.

 

1.3. Desafíos a la Iglesia hoy

La V Conferencia precisa que “los desafíos que plantea la situación de la sociedad en América Latina y El Caribe requieren una identidad católica más personal y fundamentada” (DA 297). El discípulo misionero “en el fiel cumplimiento de su vocación bautismal, ha de tener en cuenta los desafíos que el mundo de hoy le presenta a la Iglesia de Jesús, entre otros: el éxodo de fieles a las sectas y otros grupos religiosos; las corrientes culturales contrarias a Cristo y la Iglesia; el desaliento de sacerdotes frente al vasto trabajo pastoral; la escasez de sacerdotes en muchos lugares; el cambio de paradigmas culturales; el fenómeno de la globalización y la secularización; los graves problemas de violencia, pobreza e injusticia; la creciente cultura de la muerte que afecta la vida en todas sus formas (DA 185).

Para responder a ese reto fundamental y a los diferentes desafíos que presenta el mundo actual, la Iglesia encuentra unos desafíos internos que ha de resolver para cumplir con su misión evangelizadora, a saber:

  • El crecimiento porcentual de la Iglesia no ha ido a la par con el crecimiento poblacional. En promedio, el aumento del clero, y sobre todo de las religiosas, se aleja cada vez más del crecimiento poblacional en nuestra región
  • algunos intentos de volver a un cierto tipo de eclesiología y espiritualidad contrarias a la renovación del Concilio Vaticano II[6], sea algunas lecturas y aplicaciones reduccionistas de la renovación conciliar;
  • lamentamos la ausencia de una auténtica obediencia y de ejercicio evangélico de la autoridad, las infidelidades a la doctrina, a la moral y a la comunión,
  • nuestras débiles vivencias de la opción preferencial por los pobres,
  • no pocas recaídas secularizantes en la vida consagrada influida por una antropología meramente sociológica y no evangélica.
  • el escaso acompañamiento dado a los fieles laicos en sus tareas de servicio a la sociedad, particularmente cuando asumen responsabilidades en las diversas estructuras del orden temporal y, en ocasiones, una limitada comprensión del carácter secular que constituye la identidad propia y específica de los fieles laicos.
  • una evangelización con poco ardor y sin nuevos métodos y expresiones,
  • un énfasis en el ritualismo sin el conveniente itinerario formativo, descuidando otras tareas pastorales.
  • una espiritualidad individualista, relativista en lo ético y religioso,
  • la falta de aplicación creativa del rico patrimonio que contiene la Doctrina Social de la Iglesia,
  • en general, en la pastoral, persisten también lenguajes poco significativos para la cultura actual, y en particular, para los jóvenes.
  • no se ve una presencia importante de la Iglesia en la generación de cultura, de modo especial en el mundo universitario y en los medios de comunicación social.
  • El insuficiente número de sacerdotes y su no equitativa distribución imposibilitan que muchas comunidades puedan participar regularmente en la celebración de la Eucaristía.
  • Falta espíritu misionero en miembros del clero, incluso en su formación.
  • Falta solidaridad en la comunión de bienes al interior de las Iglesias locales y entre ellas.
  • Es insuficiente el acompañamiento pastoral para los migrantes e itinerantes.
  • Algunos movimientos eclesiales no siempre se integran adecuadamente en la pastoral parroquial y diocesana; a su vez, algunas estructuras eclesiales no son suficientemente abiertas para acogerlos (DA 100).
  • Otros desafíos son de carácter estructural, como por ejemplo la existencia de parroquias demasiado grandes, que dificultan el ejercicio de una pastoral adecuada: parroquias muy pobres, que hacen que los pastores se dediquen a otras tareas para poder subsistir; parroquias situadas en sectores de extrema violencia e inseguridad, y la falta y mala distribución de presbíteros en las Iglesias del Continente (DA 197).

Se trata, por tanto, de hacer de la Iglesia de América Latina y El Caribe una Iglesia discípula y misionera que promueva, forme y acompañe a todos sus miembros en el proceso de ser discípulos misioneros de Jesucristo, para cumplir con su mandato y ser sacramento del Reino de Vida[7]  para los hombres y mujeres que viven en el contexto sociocultural de esta nueva época.

 



[1] Benedicto XVI, Discurso Inaugural V Conferencia, 2.

[2] Benedicto XVI, Ídem

[3] CELAM, Síntesis de los Aportes Recibidosop. cit., 56.

[4] CELAM, Síntesis de los Aportes Recibidosop. cit., 60.

[5] DA, 65.

[6] Cf. BENEDICTO XVI, Discurso a los Cardenales, Arzobispos, Obispos y Prelados superiores de la Curia Romana, jueves 22 de diciembre de 2005.

[7] Cf. Síntesis aportes recibidos, p. 72 ss.

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Llamados al Seguimiento de Jesucristo como Discípulos Misioneros

En la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Aparecida, los Obispos responden a los desafíos que la realidad le plantea a la misión de la Iglesia con una renovación de fondo que relee todo el ser y quehacer de la Iglesia desde la fuerza del Evangelio, el cual nos llama a encontrar a Jesús en los caminos de nuestra vida y proyectar los nuestros en su camino que revela la verdad y nos ofrece la vida plena.

El encuentro con Jesús abre la ruta para un proceso vital, personal y comunitario, de conversión y vida nueva, que conocemos como “discipulado”. En los evangelios puede verse cómo el llamado, la formación y la asociación de los discípulos es fruto de la misión de Jesús. Jesús es la Buena Nueva en persona[1] y por eso la adhesión al evangelio es la adhesión a Él. El seguimiento de Jesús se vive en términos de una identificación total con Él y en el compartir, por envío suyo, la misión que el Padre le encomendó. El “seguimiento”, entonces, se convierte en “pro-seguimiento” de la misión de Jesús de anunciar el Reino y ofrecer vida a todos los hombres.

Por lo anterior, el “discipulado” y la “misión”, puede decirse, son como las dos caras de la misma moneda. En el centro y como eje generador está la “vida”: el discipulado es la “vida nueva” en la persona de Jesús, nos dice san Pablo (Ga 2,20-21), y la misión es el ofrecimiento de esta vida a todos. Las opciones pastorales de la Conferencia de Aparecida se comprenden a partir de este núcleo que recoge lo más genuino del Nuevo Testamento y son el desarrollo actualizante de esta propuesta en el hoy de comunidades insertas en una América.

Teniendo en la mirada a la persona de Jesús y su oferta de salvación, los obispos tomaron dos decisiones trascendentales que nos permiten vivir con todo su vigor el hoy el discipulado y la misión:

 

Una opción por la formación:

La vocación y el compromiso de ser hoy discípulos y misioneros de Jesucristo en América Latina y El Caribe, requieren una clara y decidida opción por la formación de los miembros de nuestras comunidades, en bien de todos los bautizados, cualquiera sea la función que desarrollen en la Iglesia (DA 276).

Según esto, toda la Iglesia latinoamericana se declara en “estado discipular”, de escucha y aprendizaje del evangelio de Jesús (cf. También el Mensaje Final, No. 3: “Una Iglesia que se hace discípula”). Como se deduce del documento conclusivo, todos los miembros de la Iglesia, sin excepción, nos declaramos en estado de “escuela”.

 

Una opción por la misión:

Asumimos el compromiso de una gran misión en todo el Continente, que nos exigirá profundizar y enriquecer todas las razones y motivaciones que permitan convertir a cada creyente en un discípulo misionero (DA 362).

La Iglesia, con todos sus miembros, niveles y estructuras sin excepción, se hace misionera: Necesitamos que cada comunidad cristiana se convierta en un poderoso centro de irradiación de la vida en Cristo” (DA 362). Así, la Iglesia vive el mandato de su Señor: “Id, pues y haced discípulos a todos los pueblos” (Mt 28,19; cf. DA 548, también los números 30-32).

En línea con la circularidad “discipulado-misión”, que se afirmó anteriormente, esta misión requiere de la formación de los discípulos: “Para convertirnos en una Iglesia llena de ímpetu y audacia evangelizadora, tenemos que ser de nuevo evangelizados y fieles discípulos” (DA 549).

 

2.1. JESÚS EL MAESTRO: CAMINO, VERDAD Y VIDA

Todas las rutas que parten de Aparecida tienen su centro propulsor en la persona y el acontecimiento de Jesús:

Conocer a Jesucristo por la fe es nuestro gozo; seguirlo es una gracia, y transmitir este tesoro a los demás es un encargo que el Señor, al llamarnos y elegirnos, nos ha confiado (DA 18).

El Documento de Aparecida subraya notablemente el significado del encuentro con Jesucristo, ya anotado en documentos anteriores, y da un paso hacia delante señalando las fases siguientes al encuentro. En el encuentro se comienza a captar la significación de la persona y la propuesta de Jesús. Con la fe, iluminada por la Palabra, los obispos proclaman que Jesús es “la plenitud de la revelación de Dios, un tesoro incalculable…, el Verbo de Dios hecho carne, Camino, Verdad y Vida de los hombres y mujeres, a quienes abre un destino de plena justicia y felicidad”. Este Jesús es el único Liberador y Salvador que, con su muerte y resurrección, rompió las cadenas opresivas del pecado y la muerte, que revela el amor misericordioso del Padre y la vocación, dignidad y destino de la persona humana (DA 6)[2].

 

a. Contemplando y escuchando al Maestro

El ministerio terreno de Jesús, comprendido desde la fe pascual de las comunidades de los orígenes y plasmado testimonial y catequéticamente en los cuatro evangelios, refleja en medio de las vicisitudes históricas en las cuales se realiza, la expresión del gran amor de Dios que se ha manifestado en el Hijo (cf. Jn 3,16; cf. DA 30.102). En él, y gracias a la acción del Espíritu Santo, el Padre nos hace hijos en su Hijo (cf. DA 1) y pone a nuestro alcance la plenitud de la Vida (cf. DA 101) insertándonos en su comunidad trinitaria y obrando liberadora y salvíficamente por nuestra dignidad.

Todas las páginas de los evangelios nos ponen de cara ante las actitudes y acciones reveladoras de Jesús. Todo el camino de Jesús conduce hasta la muerte. En la cruz Jesús sigue siendo Maestro, allí nos entrega su última y gran lección.

 

b. El anuncio del Reino y el ofrecimiento de la Vida

De los evangelios sinópticos aprendemos que el anuncio fundamental de Jesús en su ministerio terreno fue que el Reino de Dios está al alcance de todo aquel que lo acoja con su apertura a la conversión y con su adhesión personal de fe: “El tiempo se ha cumplido; el Reino de Dios está cerca, convertíos y creed en la Buena Nueva” (Mc 1,15).

En los evangelios, el Reino de Dios se percibe como la soberanía de Dios en ejercicio, la presencia poderosa de Dios actuante en la historia para llevar a cabo su plan de vida y salvación para todas sus criaturas. En las acciones de Jesús, esta presencia salvífica de Dios se hace real generando obras humanizantes. Quien lo experimenta puede vivir con libertad y confianza en las manos de Dios, acogiendo su realidad amorosa y benéfica y entregándose a su voluntad.

El Reino de Dios fue cantado en los Salmos (cf. 47; 93; 96-99), fue evocado en momentos de singular aflicción del pueblo de Israel para pedir una pronta intervención divina contra los imperios enemigos (cf. Dn 2,44), fue para los profetas del exilio la expresión del ansia de liberación del pueblo y de regreso a la tierra. Por todo ello se constituyó en buena noticia de paz y salvación (Is 52,7).

Pero en Jesús el anuncio del Reino está impregnado de una novedad absoluta. El Reino no se identifica con la fuerza histórica de un grupo, ni con su victoria militar ni con sus logros particulares. Jesús invita a descubrirlo, a aceptarlo y a acogerlo con alegría, ya que es un misterio que se va entregando en la medida en que se entra en él con asombro.

Por otra parte, y en contraste con la predicación amenazante de Juan Bautista, el anuncio del Reino por parte de Jesús es una excelente noticia, es como un tesoro cuyo descubrimiento llena de inmenso gozo. Éste se descubre en las acciones realizadas por Jesús con los enfermos y con los marginados, en sus actitudes y en su predicación, la cual nunca sistematizó teológicamente el Reino sino que lo presentó de manera sugestiva, en lenguaje simbólico y poético, como corresponde a una realidad profunda.

El Reino tiene una dinámica histórica: se hace realidad en el presente y se desarrolla completamente hacia el futuro. Es lo que describen las bellísimas parábolas de la semilla de trigo o de mostaza y también la de la levadura en la masa. Contrastan su comienzo modesto y casi decepcionante, con su final espléndido y cargado de frutos de vida.

En el Reino se va manifestando una serie de valores que contrastan claramente con otros promovidos por el contexto sociocultural y religioso en que se movió el Jesús terreno y con la teología imperial que sacralizaba el poder y la economía. Por eso la predicación del Reino le acarrea conflictos a Jesús, conflictos que lo llevarán al patíbulo de la cruz. Allí el Reino de Dios se manifiesta plenamente en su entrega absoluta al Padre y a los hombres y en la obra creadora que realiza el Padre en su Hijo por la resurrección. La novedad tendrá que ser descubierta, la liberación que se esperaba (cf. Lc 24,21) no ocurrió por medio de las catástrofes cósmicas que predicaban los apocalípticos ni por la victoria militar que promovían los revoltosos, sino por la intervención contundente del Padre en la muerte de su Hijo.

El Reino manifestado plenamente en la muerte y resurrección de Jesús, se convierte luego en el tema de la predicación misionera de la comunidad:

Así está escrito que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer día y se predicara en su nombre la conversión para perdón de los pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusalén. Vosotros sois testigos de estas cosas (Lc 24,46-48).

En el evangelio de Juan, solamente dos veces se menciona el “Reino” y, por el contrario, predomina el término “Vida” (36 veces). Los exegetas de hoy piensan que en el cuarto evangelio “Vida” es el equivalente de la predicación del Reino enfatizada en los sinópticos. Desde el comienzo del evangelio se anuncia que esta es la obra de Jesús: “En ella (la Palabra) estaba la vida y la vida era la luz de los hombres, y la luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no la vencieron” (Jn 1,4-5). Quienes reciben a Jesús renacen a la vida, por obra del Espíritu (cf. Jn 1,12-13; 3,4-8) que es la fuente de agua viva que dimana de lo alto de la cruz (cf. Jn 7,37-39). La conclusión del evangelio reafirma el tema de la vida: “Estas cosas fueron escritas para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre” (Jn 20,31). Los signos reveladores de Jesús en el evangelio de Juan, cuya cumbre está en la exaltación del Señor, orientan en esta dirección.

 

c. El Camino, la Verdad y la Vida

En el contexto de la última cena, cuando Jesús anuncia su partida, Simón Pedro toma la palabra para preguntar: “Señor, ¿a dónde vas?” (Jn 13,36a). Y Jesús le responde: “Adonde yo voy no puedes seguirme ahora; me seguirás más tarde” (Jn 13,36b). Más adelante, Tomás retoma la pregunta: “Señor, no sabemos a donde vas, ¿cómo podremos saber el camino?” (Jn 14,5). Lo cual provoca una de las revelaciones más altas de Jesús en el evangelio: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí” (Jn 146).

Las palabras de Jesús en el evangelio de Juan sintetizan su identidad y su misión de forma extraordinaria: en su camino Jesús revela la verdad que lleva a la vida. Jesús es el único camino hacia el Padre: “Nadie va al Padre sino por mí”. La meta es el Padre. Jesús, en su camino, va hacia el encuentro con Él y ésta es la ruta que hay que seguir. Ahora bien, el camino de Jesús es claramente una entrega total y amorosa de sí mismo hasta la muerte y este mismo debe ser el camino de sus seguidores: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os tenéis amor los unos a los otros” (Jn 13,35).

El Dios invisible se hizo palpable en la persona de Jesús; en Él tomó rostro y carne, se hizo historia y compartió nuestra fragilidad, se hizo cercano y nos ofreció su amistad. Por el camino de la aceptación creyente de la verdad y por la participación en su vida, todo ser humano puede alcanzar el objetivo de su existencia.

Es revelación y al mismo tiempo salvación. Es como el camino que lleva a la cima de una montaña. Así como a lo largo del camino uno puede contemplar la belleza y la majestad de la montaña, igualmente siguiendo a Jesús, uno puede tener un conocimiento experiencial del Padre.

Jesús es el único mediador entre los hombres y el Padre, la revelación perfecta del Padre (14,9), la verdad o sea la perfecta revelación del Padre (“quien me ha visto a mí, ha visto al Padre”, 14,9). Porque está en constante comunión con el Padre, sus palabras y obras son las del Padre que permanece en Él (14,10). Jesús es la transparencia del Padre.

La íntima relación y la comunión entre el Padre y el Hijo se hace realidad en las vidas de los discípulos cuando Jesús regrese a ellos (14,18-20) con el Padre y habite en ellos (14,23). Entonces Jesús revelará al Padre completamente (16,25) y ellos experimentarán el amor del Padre y su afecto por ellos (14,21; 16,27). La experiencia del Señor resucitado será una profunda comunión con Jesús (14,3) en y a través del Espíritu Santo (14,16-17.25-26; 15,26-27; 16,7-15; 20,22) y con el Padre (14,23). “Jesús es el camino que nos permite descubrir la verdad y lograr la plena realización de nuestra vida” (Mensaje final, 1).

Sólo quien reconoce a Dios, conoce la realidad y puede responder a ella de modo adecuado y realmente humano… ¿Quién conoce a Dios? ¿Cómo podemos conocerlo?… Si no conocemos a Dios en Cristo y con Cristo, toda la realidad se convierte en un enigma indescifrable; no hay camino y, al no haber camino, no hay vida ni verdad (DI).

 

2.2. LA CONFIGURACIÓN D EL DIS CIPULADO MISION ERO DE JESÚS

La relación de Jesús de con sus discípulos estuvo determinada por un encuentro inicial con Él, quien los invitó a “seguirlo”. Después del encuentro inicial con Jesús, la relación con Él queda determinada en términos de “seguimiento”. El discipulado se define como el ejercicio del seguimiento de Jesús.

La llamada de los discípulos ocurrió al comienzo del ministerio de Jesús. También a lo largo de su ministerio, Jesús siguió haciéndolo, como por ejemplo: el joven rico, Bartimeo y los tres que aparecen en el camino.

Dónde. Los llamados tienen lugar en Galilea, según Marcos, y en Judea (dentro del grupo del Bautista), según Juan.

A quiénes. Jesús llamó individualmente y por parejas (Pedro- Andrés, Santiago-Juan). El círculo de los discípulos no incluía solamente a los Doce sino también a otros. Por esta razón cuando va a ser elegido el sustituto de Judas, se pueden seleccionar dos en medio de un grupo de seguidores (Hch 1,21-22). También hay mujeres (Mc 15,40-41; Lc 8,1-3).

Iniciativa. La iniciativa es de Jesús: “Vengan detrás de mí”, “Sígueme”. En el evangelio de Juan estos discípulos llegaron a través del testimonio de otros y por iniciativa propia. Solamente en la vocación de Felipe se escucha el “sígueme”. Lo mismo sucede en Lc 9,56. Quizás hay un influjo del modelo rabínico y también los intereses teológicos de Juan.

Para qué. Es doble, según Mc, ir detrás de Jesús (seguirlo) y llegar a ser pescadores de hombres, es decir, colaborar con su misión. Esta segunda finalidad la confirman los relatos de envío misionero, donde ellos asumen el encargo de realizar una misión como la de Jesús (Mc 6,7- 13; Lc 10,1-12). Marcos lo resume magistralmente: “Para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar” (Mc 3,14).

Exigencias. Supone el hecho del abandono de trabajo, padre, propiedades y renuncia a las obligaciones familiares más sagradas. Es una consecuencia y al mismo tiempo una exigencia del seguimiento de Jesús (Mc 10,28 par; Lc 12,51-53 par; Lc 14,26 par).

Respuesta. Los evangelios de Mc y de Juan nos hablan de la respuesta de los discípulos. En Jn hay una confesión de fe que está al final de un proceso. La respuesta inmediata de los discípulos es el testimonio de una experiencia más larga de encuentro y descubrimiento, hasta llegar a la plena adhesión a Jesús y a la total disponibilidad para seguirle y colaborar con él en su proyecto.

 

2.3. EL ENVÍO DEL DISCÍPULO A LA MISIÓN

El término bíblico es “envío”: Jesús “enviado” por el Padre y los discípulos “enviados” por Jesús. Jesús no sólo llamó a sus discípulos para que estuvieran con él sino para “enviarlos a predicar con poder para expulsar demonios” (Mc 3,15).

Hay un proverbio rabínico que dice: “El enviado es como el que le envía”. Jesús formó a sus discípulos no sólo para realizar los signos que confirmaban lo que anunciaban, sino también para que vivieran de acuerdo con el mensaje que proclamaban. Los discípulos van siendo insertados progresivamente en la misión de Jesús en la medida en que se identifican con Él. Esto se nota en la primera parte que culmina con la confesión de fe de Pedro (Mc 8,27-29).

La vocación está en función de la misión. Son llamados y se dice para qué se les llama: “pescadores de hombres” (Mc 1,16-20). Son elegidos los Doce y se dice para qué (Mc 3,13-20). De nuevo son llamados y comparten la misión de Jesús propiamente dicha (Mc 6,7-13.30-31). Pero para llevar a cabo su misión, los discípulos deben haber acompañado antes a Jesús, asumiendo su estilo de vida y viendo los signos que realizaba.

Jesús llamó a los Doce para enviarlos de dos en dos con poder para realizar curaciones y exorcismos; y les da una serie de instrucciones sobre la forma de realizar esta misión. El centro de la misión no es el anuncio de la paz y la conversión, sino los signos que llevan el sello de Jesús y el comportamiento de los misioneros. En la subida a Jerusalén se aprende que la misión no es patrimonio exclusivo de los Doce (Mc 9,38-41). Se trata de una persona que no pertenece al grupo de los Doce pero realiza los signos de la misión: expulsión de demonios en el nombre de Jesús. Jesús se resiste a prohibirle esta acción.

En Mateo notamos la progresividad de la misión con una apertura universal. En efecto, la misión está estrechamente conectada con la constitución de los Doce y se dirige en primer lugar a Israel. La misión a Israel se realiza en un contexto difícil: resistencias, persecución, denuncias, miedo y duras rupturas familiares (ver sobre todo Mt 10,24-42). En la misión, junto con el envío, reaparece la necesidad de un estilo de vida y la atención a las exigencias del discipulado (10,17-22.26-33.34-39). Se pasa de las “ovejas perdidas de la casa de Israel” (10,6) a “todos los pueblos” (28,19).

En Lucas hay una nueva perspectiva de la misión. Se presentan dos envíos misioneros durante el ministerio de Jesús: los Doce y los setenta y dos (Lc 9,1-6 y Lc 10,1-24). Los Doce no son los únicos responsables de la misión. El primer envío está en el ministerio en Galilea y el segundo durante el viaje a Jerusalén (Lc 9,51-19,48). El segundo forma parte de las instrucciones sobre el seguimiento y la misión, están al comienzo de viaje y son clave para leer el resto. Este viaje es como una parábola de la vida cristiana.

Jesús le encomendó a sus discípulos durante su ministerio público la tarea de difundir con signos y palabras el mensaje que él anunciaba. La naturaleza de esta misión explica las exigencias tan radicales de la llamada y el seguimiento. Para poder llevar a cabo la misión, los discípulos deben renunciar a ciertas ataduras y obligaciones para poder dedicarse completamente, así como Jesús, a ésta. 

Lo que Jesús entendió:

  • Cómo llamó Jesús a sus enviados: los términos no son tomados de oficios religiosos o civiles de la época, sino de oficios comunes. Son llamados “pescadores”, “jornaleros” y “pastores”. Estas imágenes representan a personas al servicio de otro.
  • Con qué imágenes describió la tarea: la “siega” (Mt 9,37; Lc 10,2), la “pesca” (Mc 1,17) y el “pastoreo” (Jn 21,15-19). La misión es urgente y tiene como horizonte la intervención de Dios en la historia. Estas imágenes son coherentes con el anuncio central de Jesús: “El Reino de Dios está cerca” (Mc 1,15).
  • Con qué imágenes describió los destinatarios: a Israel, a quien se le anuncia que las promesas de Dios se han comenzado a cumplir. Dentro de Israel, los destinatarios preferidos de dicha misión fueron los sectores más marginados de la sociedad, como indica el encargo de realizar exorcismos y curaciones, cuyos destinatarios eran, obviamente, los más necesitados. Esta manera de entender la misión suponía, en realidad, una ruptura de las fronteras sociales más arraigadas. Jesús incluye en la comunidad a todas las personas. A todos los pueblos de la tierra.

El elemento que da unidad a todos estos rasgos de la misión es la llegada del Reino de Dios.

Curiosamente la acción prevalece sobre la palabra en el envío de los discípulos. Jesús les encarga a os discípulos el anuncio de la llegada del Reino (Mt 10,7; Lc 10,9; cf. Mc 6,12), donde la predicación de la conversión está relacionada con la llegada del Reino como aparece en Mc 1,15.

El principal encargo fue, entonces, anunciar un mensaje a través de acciones concretas. El contenido básico de la misión es la curación y el exorcismo (Mc 6,7b.13). Cuando regresan de la misión, según Lc 10,17, lo único que los discípulos le dicen a Jesús es que los demonios se les han sometido, a los cual Jesús responde con Lc 10,18. Lo más importante es el sometimiento del mal y la restauración de la persona. Es así como el Reino de Dios ha comenzado a llegar, el signo más elocuente de la presencia y la obra de Dios.

Jesús también los instruye sobre cómo actuar en el camino y cómo comportarse ante la acogida y el rechazo. En las instrucciones para el camino (Mc 6,8-9; Lc 10,4), se les pide a los misioneros que renuncien a los preparativos para el viaje. La misión es urgente. No hay tiempo para largos preparativos, ni prolongados saludos orientales. Pero también reflejan un estilo de vida que es característico de los discípulos de Jesús: no andar preocupados por las necesidades, pues el Padre se ocupa de ellos.

Las instrucciones sobre cómo reaccionar ante la acogida y el rechazo son las más extensas (Mc 6,10-11; Lc 10,5- 12). Si los misioneros son bien acogidos deben quedarse en la misma casa hasta que se vayan; si son rechazados deben sacudirse el polvo de los pies. Los escenarios de esta misión son la casa y la ciudad, las dos instituciones básicas del mundo antiguo. En las casas en que son acogidos deben practicar la comensalidad abierta, al estilo de Jesús. En las ciudades, la comensalidad abierta debe ir acompañada por curaciones y un anuncio que explicita el sentido de lo que está ocurriendo: está llegando el Reino de Dios.

Hay otras enseñanzas sobre el alcance de la acogida de los enviados (Mt 10,40; Lc 10,16; Jn 13,20). En todas ellas acoger a los misioneros es lo mismo que acoger a Jesús. La Iglesia vuelve sobre estas instrucciones para seguir siendo fiel al mandato de su Señor.

En Juan, Jesús es el enviado del Padre (ver Jn 3,16-19). Para Juan el discipulado no tiene como objetivo prioritario la misión sino un proceso de iniciación que culmina con la efusión del Espíritu Santo. Por eso no hay misión antes de la Pascua. El envío es continuación de la misión de Jesús (Jn 20,21). Ver Jn 17,18 (v. 9). Para Juan la misión forma parte de la experiencia del encuentro con el Resucitado en el que tiene lugar la efusión del Espíritu. Uno de los rasgos característicos de la identidad del discípulo está en el envío misionero. Su misión continúa la de Jesús, enviado por el Padre, con la asistencia del Espíritu (Jn 16,8-11).



[1] Cf. DA 30 y 103.

[2] Cf. También la vigorosa confesión de fe en DA 101-103.

PLAN GLOBAL 2007 - 2011

CONVERSIÓN PASTORAL: HACIA UNA IGLESIA MÁS DISCÍPULA Y MISIONERA

La Iglesia está llamada a repensar profundamente y relanzar con fidelidad y audacia su misión en las nuevas circunstancias   latinoamericanas y mundiales. Se trata de confirmar, renovar y revitalizar la novedad del Evangelio arraigada en nuestra historia, desde un encuentro personal y comunitario con Jesucristo, que suscite discípulos y misioneros.

Ello no depende tanto de grandes programas y estructuras, sino de hombres y mujeres nuevos que encarnen dicha tradición y novedad, como discípulos de Jesucristo y misioneros de su Reino, protagonistas de vida nueva para una América Latina que quiere reconocerse con la luz y la fuerza del Espíritu (DA 11).

A todos nos toca recomenzar desde Cristo[1], reconociendo que no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva[2]  (DA 12), (DA 243).

Hemos de reforzar en nuestra Iglesia cuatro ejes:

a) La experiencia religiosa. En nuestra Iglesia debemos ofrecer a todos nuestros fieles un “encuentro personal con Jesucristo”, una experiencia religiosa profunda e intensa, un anuncio kerigmático y el testimonio personal de los evangelizadores, que lleve a una conversión personal y a un cambio de vida integral.

b) La vivencia comunitaria. Nuestros fieles buscan comunidades cristianas, en donde sean acogidos fraternalmente y se sientan valorados, visibles y eclesialmente incluidos. Es necesario que nuestros fieles se sientan realmente miembros de una comunidad eclesial y corresponsable en su desarrollo. Eso permitirá un mayor compromiso y entrega en y por la Iglesia.

c) La formación bíblico-doctrinal. Junto con una fuerte experiencia religiosa y una destacada convivencia comunitaria, nuestros fieles necesitan profundizar el conocimiento de la Palabra de Dios y los contenidos de la fe, ya que es la única manera de madurar su experiencia religiosa. En este camino, acentuadamente vivencial y comunitario, la formación doctrinal no se experimenta como un conocimiento teórico y frío, sino como una herramienta fundamental y necesaria en el crecimiento espiritual, personal y comunitario.

d) El compromiso misionero de toda la comunidad. Ella sale al encuentro de los alejados, se interesa por su situación, a fin de reencantarlos con la Iglesia e invitarlos a volver a ella (DA 226).

 

3.1. CON REFORZADO ARDOR POR SU PALABRA

Desconocer la Escritura es desconocer a Jesucristo y renunciar a anunciarlo. De aquí la invitación de Benedicto XVI:

Al iniciar la nueva etapa que la Iglesia misionera de América Latina y El Caribe se dispone a emprender, a partir de esta V Conferencia General en Aparecida, es condición indispensable el conocimiento profundo y vivencial de la Palabra de Dios. Por esto, hay que educar al pueblo en la lectura y la meditación de la Palabra: que ella se convierta en su alimento para que, por propia experiencia, vea que las palabras de Jesús son espíritu y vida (cf. Jn 6,63). De lo contrario, ¿cómo van a anunciar un mensaje cuyo contenido y espíritu no conocen a fondo? Hemos de fundamentar nuestro compromiso misionero y toda nuestra vida en la roca de la Palabra de Dios[3] (DA 247).

Se hace, pues, necesario proponer a los fieles la Palabra de Dios como don del Padre para el encuentro con Jesucristo vivo, camino de “auténtica conversión y de renovada comunión y solidaridad”[4]. Esta propuesta será mediación de encuentro con el Señor si se presenta la Palabra revelada, contenida en la Escritura, como fuente de evangelización.

Los discípulos de Jesús anhelan nutrirse con el Pan de la Palabra: quieren acceder a la interpretación adecuada de los textos bíblicos, a emplearlos como mediación de diálogo con Jesucristo, y a que  sean alma de la propia evangelización y del anuncio de Jesús a todos. Por esto, la importancia de una “pastoral bíblica”, entendida como animación bíblica de la pastoral, que sea escuela de interpretación o conocimiento de la Palabra, de comunión con Jesús u oración con la Palabra, y de evangelización inculturada o de proclamación de la Palabra. Esto exige, por parte de obispos, presbíteros, diáconos y ministros laicos de la Palabra, un acercamiento a la Sagrada Escritura que no sea sólo intelectual e instrumental, sino con un corazón “hambriento de oír la Palabra del Señor” (Am 8, 11). (DA 248).

Dios ha amado tanto nuestro mundo que nos ha dado a su Hijo. Él anuncia la buena noticia del Reino a los pobres y a los pecadores. Por esto, nosotros, como discípulos de Jesús y misioneros, queremos y debemos proclamar el Evangelio, que es Cristo mismo. Anunciamos a nuestros pueblos que Dios nos ama, que su existencia no es una amenaza para el hombre, que está cerca con el poder salvador y liberador de su Reino, que nos acompaña en la tribulación, que alienta

Desde la parroquia, hay que anunciar lo que Jesucristo “hizo y enseñó” (Hch 1, 1) mientras estuvo con nosotros. Su Persona y su obra son la buena noticia de salvación anunciada por los ministros y testigos de la Palabra que el Espíritu suscita e inspira. La Palabra acogida es salvífica y reveladora del misterio de Dios y de su voluntad. Toda parroquia está llamada a ser el espacio donde se recibe y acoge la Palabra, se celebra y se expresa en la adoración del Cuerpo de Cristo, y, así, es la fuente dinámica del discipulado misionero. Su propia renovación exige que se deje iluminar siempre de nuevo por la Palabra viva y eficaz (DA 172).de buenas noticias para la humanidad y no profetas de desventuras (DA 30).

Hoy, cuando en nuestro continente latinoamericano y caribeño se quiere enfatizar el discipulado y la misión, es ella (María) quien brilla ante nuestros ojos como imagen acabada y fidelísima del seguimiento de Cristo. Ésta es la hora de la seguidora más radical de Cristo, de su magisterio

discipular y misionero, (DA 270) Ella, que “conservaba todos estos recuerdos y los meditaba en su corazón” (Lc 2, 19; cf. 2, 51), nos enseña el primado de la escucha de la Palabra en la vida del discípulo y misionero (DA 271).

 

3.2. CON MAYOR CONCIENCIA MISIONERA

Los discípulos, quienes por esencia somos misioneros en virtud del Bautismo y la Confirmación, nos formamos con un corazón universal, abierto a todas las culturas y a todas las verdades, cultivando nuestra capacidad de contacto humano y de diálogo. Estamos dispuestos con la valentía que nos da el Espíritu, a anunciar a Cristo donde no es aceptado, con nuestra vida, con nuestra acción, con nuestra profesión de fe y con su Palabra (DA 377).

En el seguimiento de Jesucristo, aprendemos y practicamos las bienaventuranzas del Reino, el estilo de vida del mismo Jesucristo: su amor y obediencia filial al Padre, su compasión entrañable ante el dolor humano, su cercanía a los pobres y a los pequeños, su fidelidad a la misión encomendada, su amor servicial hasta el don de su vida. Hoy contemplamos a Jesucristo tal como nos lo transmiten los Evangelios para conocer lo que Él hizo y para discernir lo que nosotros debemos hacer en las actuales circunstancias (DA 139).

Al llamar a los suyos para que lo sigan, les da un encargo muy preciso: anunciar el evangelio del Reino a todas las naciones (cf. Mt 28, 19; Lc 24, 46-48). Por esto, todo discípulo es misionero, pues Jesús lo hace partícipe de su misión, al mismo tiempo que lo vincula a Él como amigo y hermano. De esta manera, como Él es testigo del misterio del Padre, así los discípulos son testigos de la muerte y resurrección del Señor hasta que Él vuelva. Cumplir este encargo no es una tarea opcional, sino parte integrante de la identidad cristiana, porque es la extensión testimonial de la vocación misma (DA 144).

Cuando crece la conciencia de pertenencia a Cristo, en razón de la gratitud y alegría que produce, crece también el ímpetu de comunicar a todos el don de ese encuentro. La misión no se limita a un programa o proyecto, sino que es compartir la experiencia del acontecimiento del encuentro con Cristo, testimoniarlo y anunciarlo de persona a persona, de comunidad a comunidad, y de la Iglesia a todos los confines del mundo (cf. Hch 1, 8). (DA 145).

 

Benedicto XVI nos recuerda que:

El discípulo, fundamentado así en la roca de la Palabra de Dios, se siente impulsado a llevar la Buena Nueva de la salvación a sus hermanos. Discipulado y misión son como las dos caras de una misma medalla: cuando el discípulo está enamorado de Cristo, no puede dejar de anunciar al mundo que sólo Él nos salva (cf. Hch 4, 12). En efecto, el discípulo sabe que sin Cristo no hay luz, no hay esperanza, no hay amor, no hay futuro[5].

Esta es la tarea esencial de la evangelización, que incluye la opción preferencial por los pobres, la promoción humana integral y la auténtica liberación cristiana (DA 146).

La Diócesis, en todas sus comunidades y estructuras, está llamada a ser una “comunidad misionera”[6]. Cada Diócesis necesita robustecer su conciencia misionera, saliendo al encuentro de quienes aún no creen en Cristo en el ámbito de su propio territorio y responder adecuadamente a los grandes problemas de la sociedad en la cual está inserta. Pero también, con espíritu materno, está llamada a salir en búsqueda de todos los bautizados que no participan en la vida de las comunidades cristianas (DA 168).

La Diócesis, presidida por el Obispo, es el primer ámbito de la comunión y la misión. Ella debe impulsar y conducir  una acción pastoral orgánica renovada y vigorosa, de manera que la variedad de carismas, ministerios, servicios y organizaciones se orienten en un mismo proyecto misionero para comunicar vida en el propio territorio. Este proyecto, que surge de un camino de variada participación, hace posible la pastoral orgánica, capaz de dar respuesta a los nuevos desafíos.

Porque un proyecto sólo es eficiente si cada comunidad cristiana, cada parroquia, cada comunidad educativa, cada comunidad de vida consagrada, cada asociación o movimiento y cada pequeña comunidad se insertan activamente en la pastoral orgánica de cada diócesis. Cada uno está llamado a evangelizar de un modo armónico e integrado en el proyecto pastoral de la Diócesis (DA 169).

Hoy, toda la Iglesia en América Latina y El Caribe quiere ponerse en estado de misión. La evangelización del Continente, nos decía el papa Juan Pablo II, no puede realizarse hoy sin la colaboración de los fieles laicos[7]. Ellos han de ser parte activa y creativa en la elaboración y ejecución de proyectos pastorales a favor de la comunidad. Esto exige, de parte de los pastores, una mayor apertura de mentalidad para que entiendan y acojan el “ser” y el “hacer” del laico en la Iglesia, quien, por su bautismo y su confirmación, es discípulo y misionero de Jesucristo. En otras palabras, es necesario que el laico sea tenido muy en cuenta con un espíritu de comunión y participación[8] (DA 213).

La piedad popular es un “imprescindible punto de partida para conseguir que la fe del pueblo madure y se haga más fecunda”[9]. Por eso, el discípulo misionero tiene que ser “sensible a ella, saber percibir sus dimensiones interiores y sus valores innegables”[10]. Cuando afirmamos que hay que evangelizarla o purificarla, no queremos decir que esté privada de riqueza evangélica. Simplemente, deseamos que todos los miembros del pueblo fiel, reconociendo el testimonio de María y también de los santos, traten de imitarles cada día más. Así procurarán un contacto más directo con la Biblia y una mayor participación en los sacramentos, llegarán a disfrutar de la celebración dominical de la Eucaristía, y vivirán mejor todavía el servicio del amor solidario. Por este camino, se podrá aprovechar todavía más el rico potencial de santidad y de justicia social que encierra la mística popular (DA 262). Debe darse una catequesis apropiada que acompañe la fe ya presente en la religiosidad popular (DA 300).

Es necesario formar a los discípulos en una espiritualidad de la acción misionera, que se basa en la docilidad al impulso del Espíritu, a su potencia de vida que moviliza y transfigura todas las dimensiones de la existencia. No es una experiencia que se limita a los espacios privados de la devoción, sino que busca penetrarlo todo con su fuego y su vida. El discípulo y misionero, movido por el impulso y el ardor que proviene del Espíritu, aprende a expresarlo en el trabajo, en el diálogo, en el servicio, en la misión cotidiana (DA 284).

La conversión pastoral de nuestras comunidades exige que se pase de una pastoral de mera conservación a una pastoral decididamente misionera. Así será posible que “el único programa del Evangelio siga introduciéndose en la historia de cada comunidad eclesial”[11] (NMI 12) con nuevo ardor misionero, haciendo que la Iglesia se manifieste como una madre que sale al encuentro, una casa acogedora, una escuela permanente de comunión misionera (DA 370).

 

3.3. COMO ESPACIO DE ENCUENTRO (DIMENSIÓN COMUNITARIA)

La vocación al discipulado misionero es con-vocación a la comunión en su Iglesia. No hay discipulado sin comunión… Esto significa que una dimensión constitutiva del acontecimiento cristiano es la pertenencia a una comunidad concreta, en la que podamos vivir una experiencia permanente de discipulado y de comunión con los sucesores de los Apóstoles y con el Papa (DA 156). En las iglesias particulares, todos los miembros del pueblo de Dios, según sus vocaciones específicas, estamos convocados a la santidad en la comunión y la misión (DA 163).

La Iglesia, como “comunidad de amor”[12], está llamada a reflejar la gloria del amor de Dios que, es comunión, y así atraer a las personas y a los pueblos hacia Cristo… La Iglesia crece no por proselitismo sino “por ‘atracción’: como Cristo ‘atrae todo a sí’ con la fuerza de su amor”[13]. La Iglesia “atrae” cuando vive en comunión, pues los discípulos de Jesús serán reconocidos si se aman los unos a los otros como Él nos amó (cf. Rm 12, 4-13; Jn 13, 34). (DA 159).

La Iglesia peregrina vive anticipadamente la belleza del amor, que se realizará al final de los tiempos en la perfecta comunión con Dios y los hombres[14]. Su riqueza consiste en vivir ya en este tiempo la “comunión de los santos”, es decir, la comunión en los bienes divinos entre todos los miembros de la Iglesia, en particular entre los que peregrinan y los que ya gozan de la gloria[15] (DA 160).

La Iglesia es comunión en el amor. Esta es su esencia y el signo por la cual está llamada a ser reconocida como seguidora de Cristo y servidora de la humanidad. El nuevo mandamiento es lo que une a los discípulos entre sí, reconociéndose como hermanos y hermanas, obedientes al mismo Maestro, miembros unidos a la misma Cabeza y, por ello, llamados a cuidarse los unos a los otros (1 Co 13; Col 3, 12-14). (DA 161).

En el pueblo de Dios, “la comunión y la misión están profundamente unidas entre sí… La comunión es misionera y la misión es para la comunión”[16]. En las iglesias particulares, todos los miembros del pueblo de Dios, según sus vocaciones específicas, estamos convocados a la santidad en la comunión y la misión.

Los Obispos, como pastores y guías espirituales de las comunidades a nosotros encomendadas, estamos llamados a “hacer de la Iglesia una casa y escuela de comunión”[17]. Como animadores de la comunión, tenemos la misión de acoger, discernir y animar carismas, ministerios y servicios en la Iglesia. Como padres y centro de unidad, nos esforzamos por presentar al mundo un rostro de la Iglesia en la cual todos se sientan acogidos como en su propia casa. Para todo el Pueblo de Diosen especial para los presbíterosbuscamos ser padres, amigos y hermanos, siempre abiertos al diálogo (DA 188). La conversión de los pastores nos lleva también a vivir y promover una espiritualidad de comunión y participaciónproponiéndola como principio educativo en todos los lugares donde se forma el hombre y el cristiano, donde se educan los ministros del altar, las personas consagradas y los agentes pastorales, donde se construyen las familias y las comunidades[18].

La conversión pastoral requiere que las comunidades eclesiales sean comunidades de discípulos misioneros en torno a Jesucristo, Maestro y Pastor. De allí, nace la actitud de apertura, de diálogo y disponibilidad para promover la corresponsabilidad y participación efectiva de todos los fieles en la vida de las comunidades cristianas. Hoy, más que nunca, el testimonio de comunión eclesial y la santidad son una urgencia pastoral. La programación pastoral ha de inspirarse en el mandamiento nuevo del amor (cf. Jn 13, 35)[19]. (DA 368).

 

3.4. CON SENSIBILIDAD A LOS PROCESOS

a. De formación

La vocación y el compromiso de ser hoy discípulos y misioneros de Jesucristo en América Latina y El Caribe, requieren una clara y decidida opción por la formación de los miembros de nuestras comunidades, en bien de todos los bautizados, cualquiera sea la función que desarrollen en la Iglesia. Miramos a Jesús, el Maestro que formó personalmente a sus apóstoles y discípulos. Cristo nos da el método: “Vengan y vean” (Jn 1, 39), “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14, 6). Con Él podemos desarrollar las potencialidades que están en las personas y formar discípulos misioneros (DA 276).

El itinerario formativo del seguidor de Jesús hunde sus raíces en la naturaleza dinámica de la persona y en la invitación personal de Jesucristo, que llama a los suyos por su nombre, y éstos lo siguen porque conocen su voz. El Señor despertaba las aspiraciones profundas de sus discípulos y los atraía a sí, llenos de asombro. El seguimiento es fruto de una fascinación que responde al deseo de realización humana, al deseo de vida plena. El discípulo es alguien apasionado por Cristo, a quien reconoce como el maestro que lo conduce y acompaña (DA 277).

Misión principal de la formación es ayudar a los miembros de la Iglesia a encontrarse siempre con Cristo, y, así reconocer, acoger, interiorizar y desarrollar la experiencia y los valores que constituyen la propia identidad y misión cristiana en el mundo. Por eso, la formación obedece a un proceso integral, es decir, que comprende variadas dimensiones, todas armonizadas entre sí en unidad vital. En la base de estas dimensiones, está la fuerza del anuncio kerygmático. El poder del Espíritu y de la Palabra contagia a las personas y las lleva a escuchar a Jesucristo, a creer en Él como su Salvador, a reconocerlo como quien da pleno significado a su vida y a seguir sus pasos. El anuncio se fundamenta en el hecho de la presencia de Cristo Resucitado hoy en la Iglesia, y es el factor imprescindible del proceso de formación de discípulos y misioneros. Al mismo tiempo, la formación es permanente y dinámica, de acuerdo con el desarrollo de las personas y al servicio que están llamadas a prestar, en medio de las exigencias de la historia (DA 279).

La formación abarca diversas dimensiones que deberán ser integradas armónicamente a lo largo de todo el proceso formativo. Se trata de la dimensión humana comunitaria, espiritual, intelectual y pastoral-misionera (DA 280).

Llegar a la estatura de la vida nueva en Cristo, identificándose profundamente con Él[20] y su misión, es un camino largo, que requiere itinerarios diversificados, respetuosos de los procesos personales y de los ritmos comunitarios, continuos y graduales (DA 281).

 

b. De iniciación cristiana

La iniciación cristiana, que incluye el kerygma, es la manera práctica de poner en contacto con Jesucristo e iniciar en el discipulado. Nos da, también, la oportunidad de fortalecer la unidad de los tres sacramentos de la iniciación y profundizar en su rico sentido (DA 288). El anuncio del kerygma invita a tomar conciencia de ese amor vivificador de Dios que se nos ofrece en Cristo muerto y resucitado. Esto es lo primero que necesitamos anunciar y también escuchar, porque la gracia tiene un primado absoluto en la vida cristiana y en toda la actividad evangelizadora de la Iglesia: “Por la gracia de Dios soy lo que soy” (1 Co 15, 10).

Sentimos la urgencia de desarrollar en nuestras comunidades un proceso de iniciación en la vida cristiana que comience por el kerygma, guiado por la Palabra de Dios,  que conduzca a un encuentro personal, cada vez mayor, con Jesucristo, perfecto Dios y perfecto hombre[21], experimentado como plenitud de la humanidad, y que lleve a la conversión, al seguimiento en una comunidad eclesial y a una maduración de fe en la práctica de los sacramentos, el servicio y la misión (DA 289).

Asumir esta iniciación cristiana exige no sólo una renovación de modalidad catequística de la parroquia. Proponemos que el proceso catequístico formativo adoptado por la Iglesia para la iniciación cristiana sea asumido en todo el Continente como la manera ordinaria e indispensable de introducir en la vida cristiana, y como la catequesis básica y fundamental. Después, vendrá la catequesis permanente que continúa el proceso de maduración en la fe, en la que se debe incorporar un discernimiento vocacional y la iluminación para proyectos personales de vida (DA 294).

La catequesis no debe ser sólo ocasional, reducida a los momentos previos a los sacramentos o a la iniciación cristiana, sino más bien “un itinerario catequético permanente”[22]. Por esto, compete a cada Iglesia particular, con la ayuda de las Conferencias Episcopales, establecer un proceso catequético orgánico y progresivo que se extienda por todo el arco de la vida, desde la infancia hasta la ancianidad, teniendo en cuenta que el Directorio General de Catequesis considera la catequesis de adultos como la forma fundamental de la educación en la fe (DA 298).

 

3.5. CON CLARIDAD Y FUERZA EN SU RESPONSABILIDAD SOCIAL

Nuestro servicio pastoral a la vida plena de los pueblos indígenas exige anunciar a Jesucristo y la Buena Nueva del Reino de Dios, denunciar las situaciones de pecado, las estructuras de muerte, la violencia y las injusticias internas y externas, fomentar el diálogo intercultural, interreligioso y ecuménico. Jesucristo es la plenitud de la revelación para todos los pueblos y el centro fundamental de referencia para discernir los valores y las deficiencias de todas las culturas, incluidas las  indígenas (DA 95).

La respuesta a su llamada exige entrar en la dinámica del Buen Samaritano (cf. Lc 10, 29-37), que nos da el imperativo de hacernos prójimos, especialmente con el que sufre, y generar una sociedad sin excluidos, siguiendo la práctica de Jesús que come con publicanos y pecadores (cf. Lc 5, 29-32), que acoge a los pequeños y a los niños (cf. Mc 10, 13-16), que sana a los leprosos (cf. Mc 1, 40- 45), que perdona y libera a la mujer pecadora (cf. Lc 7, 36-49; Jn 8, 1-11), que habla con la Samaritana (cf. Jn 4, 1-26). (DA 135).

Para configurarse verdaderamente con el Maestro, es necesario asumir la centralidad del Mandamiento del amor, que Él quiso llamar suyo y nuevo: “Ámense los unos a los otros, como yo los he amado” (Jn 15, 12). Este amor, con la medida de Jesús, de total don de sí, además de ser el distintivo de cada cristiano, no puede dejar de ser la característica de su Iglesia, comunidad discípula de Cristo, cuyo testimonio de caridad fraterna será el primero y principal anuncio, “reconocerán todos que son discípulos míos” (Jn 13, 35). (DA 138).

El presbítero, a imagen del Buen Pastor, está llamado a ser hombre de la misericordia y la compasión, cercano a su pueblo y servidor de todos, particularmente de los que sufren grandes necesidades. La caridad pastoral, fuente de la espiritualidad sacerdotal, anima y unifica su vida y ministerio. Consciente de sus limitaciones, valora la pastoral orgánica y se inserta con gusto en su presbiterio (DA 198).

Destacamos que la formación de los laicos y laicas debe contribuir, ante todo, a una actuación como discípulos misioneros en el mundo, en la perspectiva del diálogo y de la transformación de la sociedad. Es urgente una formación específica para que puedan tener una incidencia significativa en los diferentes campos, sobre todo en el mundo vasto de la política, de la realidad social y de la economía, como también de la cultura, de las ciencias y de las artes, de la vida internacional, de los medios y de otras realidades abiertas a la evangelización[23] (DA 283).

La vida nueva de Jesucristo toca al ser humano entero y desarrolla en plenitud la existencia humana “en su dimensión personal, familiar, social y cultural”[24]. Para ello, hace falta entrar en un proceso de cambio que transfigure los variados aspectos de la propia vida. Sólo así, se hará posible percibir que Jesucristo es nuestro salvador en todos los sentidos de la palabra. Sólo así, manifestaremos que la vida en Cristo sana, fortalece y humaniza (DA 356).

Las condiciones de vida de muchos abandonados, excluidos e ignorados en su miseria y su dolor, contradicen este proyecto del Padre e interpelan a los creyentes a un mayor compromiso a favor de la cultura de la vida… Hay que subrayar “la inseparable relación entre amor a Dios y amor al prójimo[25], que “invita a todos a suprimir las graves desigualdades sociales y las enormes diferencias en el acceso a los bienes”[26]. Tanto la preocupación por desarrollar estructuras más justas como por transmitir los valores sociales del Evangelio, se sitúan en este contexto de servicio fraterno a la vida digna (DA 358).

Descubrimos, así, una ley profunda de la realidad: la vida sólo se desarrolla plenamente en la comunión fraterna y justa. Porque “Dios en Cristo no redime solamente la persona individual, sino también las relaciones sociales entre los seres humanos”[27] (DA 359). Aquí descubrimos otra ley profunda de la realidad: que la vida se alcanza y madura a medida que se la entrega para dar vida a los otros. Eso es en definitiva la misión (DA 360).

La fuerza de este anuncio de vida será fecunda si lo hacemos con el estilo adecuado, con las actitudes del Maestro, teniendo siempre a la Eucaristía como fuente y cumbre de toda actividad misionera. Invocamos al Espíritu Santo para poder dar un testimonio de proximidad que entraña cercanía afectuosa, escucha, humildad, solidaridad, compasión, diálogo, reconciliación, compromiso con la justicia social y capacidad de compartir, como Jesús lo hizo. Él sigue convocando, sigue invitando, sigue ofreciendo incesantemente una vida digna y plena para todos (DA 363).

La conversión personal despierta la capacidad de someterlo todo al servicio de la instauración del Reino de vida. Obispos, presbíteros, diáconos permanentes, consagrados y consagradas, laicos y laicas, estamos llamados a asumir una actitud de permanente conversión pastoral, que implica escuchar con atención y discernir “lo que el Espíritu está diciendo a las Iglesias” (Ap 2, 29) a través de los signos de los tiempos en los que Dios se manifiesta (DA 366).

El proyecto pastoral de la Diócesis, camino de pastoral orgánica, debe ser una respuesta consciente y eficaz para atender las exigencias del mundo de hoy, con indicaciones programáticas concretas, objetivos y métodos de trabajo, de formación y valorización de los agentes y la búsqueda de los medios necesarios, que permiten que el anuncio de Cristo llegue a las personas, modele las comunidades e incida profundamente mediante el testimonio de los valores evangélicos en la sociedad y en la cultura[28].

Los laicos deben participar del discernimiento, la toma de decisiones, la planificación y la ejecución[29]. Este proyecto diocesano exige un seguimiento constante por parte del obispo, los sacerdotes y los agentes pastorales, con una actitud flexible que les permita mantenerse atentos a los reclamos de la realidad siempre cambiante (DA 371).

 

3.6. ACCIONES PASTORALES

a. Conversión pastoral

La conversión pastoral requiere que las comunidades eclesiales sean comunidades de discípulos misioneros en torno a Jesucristo, Maestro y Pastor (DA 368).

La conversión de los pastores nos lleva también a vivir y promover una espiritualidad de comunión y participación. De allí, nace la actitud de apertura, de diálogo y disponibilidad para promover la corresponsabilidad y participación efectiva de todos los fieles en la vida de las comunidades cristianas (DA 368).

La conversión pastoral de nuestras comunidades exige que se pase de una pastoral de mera conservación a una pastoral decididamente misionera (DA 370).

Esta firme decisión misionera debe impregnar todas las estructuras eclesiales y todos los planes pastorales de diócesis, parroquias, comunidades religiosas, movimientos y de cualquier institución de la Iglesia. Ninguna comunidad debe excusarse de entrar decididamente, con todas sus fuerzas, en los procesos constantes de renovación misionera, y de abandonar las estructuras caducas que ya no favorezcan la transmisión de la fe (DA 365).

 

b. Opción por los pobres

Asumiendo con nueva fuerza esta opción por los pobres, ponemos de manifiesto que todo proceso evangelizador implica la promoción humana y la auténtica liberación (DA 399).

Nos comprometemos a trabajar para que nuestra Iglesia Latinoamericana y Caribeña siga siendo, con mayor ahínco, compañera de camino de nuestros hermanos más pobres, incluso hasta el martirio… Que sea preferencial implica que debe atravesar todas nuestras estructuras y prioridades pastorales (DA 396). El encuentro con Jesucristo en los pobres es una dimensión constitutiva de nuestra fe en JesucristoLa misma adhesión a Jesucristo es la que nos hace amigos de los pobres y solidarios con su destino (DA 257).

 

c. Evangelización de la cultura

La fe sólo es adecuadamente profesada, entendida y vivida, cuando penetra profundamente en el substrato cultural de un pueblo[30]. De este modo, aparece toda la importancia de la cultura para la evangelización (DA 477). Los indígenas y afroamericanos emergen ahora en la sociedad y en la Iglesia. Este es un kairós para profundizar el encuentro de la Iglesia con estos sectores humanos que reclaman el reconocimiento pleno de sus derechos individuales y colectivos, ser tomados en cuenta  en la catolicidad con su cosmovisión, sus valores y sus identidades particulares, para vivir un nuevo Pentecostés eclesial (DA 91).

Como Iglesia, que asume la causa de los pobres, alentamos la participación de los indígenas y afroamericanos en la vida eclesial. Vemos con esperanza el proceso de inculturación discernido a la luz del Magisterio. Es prioritario hacer traducciones católicas de la Biblia y de los textos litúrgicos a sus idiomas. Se necesita, igualmente, promover más las vocaciones y los ministerios ordenados procedentes de estas culturas (DA 94).

Los cambios culturales dificultan la transmisión de la Fe por parte de la familia y de la sociedad. Frente a ello, no se ve una presencia importante de la Iglesia en la generación  de cultura, de modo especial en el mundo universitario y en los medios de comunicación social (DA 100d).

 

d. Animación bíblica de la Pastoral

Por esto, la importancia de una “pastoral bíblica”, entendida como animación bíblica de la pastoral, que sea escuela de interpretación o conocimiento de la Palabra, de comunión con Jesús u oración con la Palabra, y de evangelización inculturada o de proclamación de la Palabra. Esto exige, por parte de obispos, presbíteros, diáconos y ministros laicos de la Palabra, un acercamiento a la Sagrada Escritura que no sea sólo intelectual e instrumental, sino con un corazón “hambriento de oír la Palabra del Señor” (DA 248).

 

e. Catequesis permanente

La catequesis no debe ser sólo ocasional, reducida a los momentos previos a los sacramentos o a la iniciación cristiana, sino más bien “un itinerario catequético permanente”[31]. Por esto, compete a cada Iglesia particular, con la ayuda de las Conferencias Episcopales, establecer un proceso catequético orgánico y progresivo que se extienda por todo el arco de la vida, desde la infancia hasta la ancianidad (DA 298).

La catequesis no puede limitarse a una formación meramente doctrinal sino que ha de ser una verdadera escuela de formación integral (DA 299). Debe darse una catequesis apropiada que acompañe la fe ya presente en la religiosidad popular (DA 300).

La V Conferencia se compromete a llevar a cabo una catequesis social incisiva, porque “la vida cristiana no se expresa solamente en las virtudes personales, sino también en las virtudes sociales y políticas” (DA 505).

 

f. Celebración de la vida

Sin una participación activa en la celebración eucarística dominical y en las fiestas de precepto, no habrá un discípulo misionero maduro. Es importante, por esto, promover la “pastoral del domingo” y darle “prioridad en los programas pastorales”[32], para un nuevo impulso en la evangelización del pueblo de Dios en el Continente latinoamericano (DA 252).

La piedad popular es un “imprescindible punto de partida para conseguir que la fe del pueblo madure y se haga más fecunda”[33]. Por eso, el discípulo misionero tiene que ser “sensible a ella, saber percibir sus dimensiones interiores y sus valores innegables”[34] (DA 262).

 

g. Una pastoral social renovada

Las Conferencias Episcopales y las Iglesias locales tienen la misión de promover renovados esfuerzos para fortalecer una Pastoral Social estructurada, orgánica e integral que, con la asistencia, la promoción humana[35], se haga presente en las nuevas realidades de exclusión y marginación que viven los grupos más vulnerables, donde la vida está más amenazada (DA 401).

 

h. Pastoral familiar intensa y vigorosa

Dado que la familia es el valor más querido por nuestros pueblos, creemos que debe asumirse la preocupación por ella como uno de los ejes transversales de toda la acción evangelizadora de la Iglesia. En toda diócesis se requiere una pastoral familiar “intensa y vigorosa”[36] para proclamar el evangelio de la familia, promover la cultura de la vida, y trabajar para que los derechos de las familias sean reconocidos y respetados (DA 435).

 

i. Pastoral educativa misionera

La Escuela católica está llamada a una profunda renovación. Debemos rescatar la identidad católica de nuestros centros educativos por medio de un impulso misionero valiente y audaz, de modo que llegue a ser una opción profética plasmada en una pastoral de la educación participativa.

El acompañamiento de los procesos educativos, la participación en ellos de los padres de familia, y la formación de docentes, son tareas prioritarias de la pastoral educativa (DA 337).

 

 

 



[1] Cf. NMI 28-29.

[2] DCE 1.

[3] DI 3.

[4] EAm 12.

[5] DI 3.

[6] Cf. ChL 32.

[7] Cf. EAm 44.

[8] Cf. PG 11.

[9] Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, Directorio sobre la piedad popular y la Liturgia, n. 64.

[10] EN 48.

[11] Ibid, 12.

[12] DCE 19.

[13] BENEDICTO XVI, Homilía en la Eucaristía de inauguración de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, 13 de mayo de 2007, Aparecida, Brasil.

[14] Cf. Ibid.

[15] Cf. LG 49.

[16] ChL 32.

[17] NMI 43.

[18] NMI 43.

[19] Cf. NMI 20.

[20] Cf. EN 19.

[21] Cf. Símbolo Quicumque: DS 76.

[22] DI 3.

[23] EN 70.

[24] DI 4.

[25] DCE 16.

[26] DI 4.

[27] CDSI 52.

[28] Ibid, 29.

[29] Cf. ChL 51.

[30] Cf. JUAN PABLO II, Discurso a los participantes al Congreso Mundial del Movimiento General de Acción Cultural, 16 de enero de 1982.

[31] DI 3.

[32] DI 4.

[33] Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, Directorio sobre la piedad popular y la Liturgia, n. 64.

[34] EN 48.

[35] EA 58.

[36] DI 5


PLAN GLOBAL 2003 - 2007

Plan Global 2003-2007

HACIA UNA IGLESIA CASA Y ESCUELA DE COMUNIÓN Y DE SOLIDARIDAD
EN UN MUNDO GLOBALIZADO

Humanizar la globalización y globalizar la solidaridad

¡Duc in altum! fueron las palabras de envío del Santo Padre cuando la Presidencia del CELAM lo visitó en junio de este año, y le expuso sucintamente los encargos recibidos en la XXIX Asamblea Ordinaria, que configuran este Plan Global para el período 2003-2007.

¡Duc in altum! en la barca de Pedro. La experiencia de comunión de dicha Asamblea y de nuestra primera Reunión General de Coordinación, se expresa en numerosos proyectos de este Plan Global. Con ellos queremos apoyar todos los esfuerzos que realizan nuestras Conferencias Episcopales, para que cada Iglesia particular sea sacramento de comunión, y todos los cristianos nos encaminemos hacia la unidad.

¡Duc in altum!, con la colaboración de sacerdotes, diáconos, religiosas y religiosos, laicos comprometidos, movimientos eclesiales y nuevas comunidades. Con ellos el Espíritu ha enriquecido a su Iglesia. Nos pide que profundicemos juntos las raíces bíblicas de nuestro servicio pastoral, y la vida litúrgica de las comunidades cristianas, fortaleciendo la pastoral familiar, juvenil y social; en una palabra, evangelizando nuestro mundo multiétnico y pluricultural.

¡Duc in altum! hacia nuevos puertos, animados por la esperanza de ir con el Señor de la Historia, navegando por las aguas promisorias, agitadas y a veces amenazantes de un mundo globalizado, que propicia una interacción universal y pone término al aislamiento de las economías y las culturas. Las primeras se desequilibran y las segundas se nivelan. Por eso, la travesía constituye un desafío para la identidad de los pueblos y su desarrollo.

¡Duc in altum! porque la nivelación de valores y de confesiones religiosas exige de nosotros una identidad inequívoca, mediante la escucha, la adhesión y la coherencia propia de los discípulos de Cristo, que los capacita para colaborar en la globalización de la solidaridad con los más pobres y marginados; también en iniciativas para evangelizar a los constructores de la sociedad y ennoblecer la comunicación social. Así lo pide el tema central del Plan Global: "Hacia una Iglesia, casa y escuela de comunión y de solidaridad, en un mundo globalizado".

¡Duc in altum! al inicio del tercer milenio, para ir siempre al encuentro de Cristo vivo, y recibir la pesca milagrosa de conversión, comunión y solidaridad, que Él entrega generosamente.

La confianza en la conducción de Dios y en la fecundidad de la cruz nos impulsa a acoger y contemplar a Cristo glorioso, a la vez que al Cristo sufriente en millones de rostros, como también a acompañar e imitar a Nuestra Señora de la Anunciación. Así en América Latina y el Caribe crecerán innumerables santos y seguirá abriéndose el espacio interior de la nueva y eterna Alianza. (Cf. Redemptoris Mater, 28). Dios seguirá colmándonos de toda suerte de bendiciones espirituales, y tendremos la alegría de colaborar con Él en la construcción de su Reino.

 

Bogotá, 23 de agosto de 2003
Fiesta de Santa Rosa de Lima
Patrona de América Latina

  

+Francisco Javier Errázuriz Ossa
Cardenal Arzobispo de Santiago de Chile
Presidente del CELAM

Plan Global 2003-2007

HACIA UNA IGLESIA CASA Y ESCUELA DE COMUNIÓN Y DE
SOLIDARIDAD EN UN MUNDO GLOBALIZADO

Humanizar la globalización y globalizar la solidaridad

“Recordar con gratitud el pasado, vivir con pasión el presente y abrirnos con confianza al futuro” (NMI 1) 

1. Al finalizar el milenio anterior, el CELAM analizó las megatendencias del Continente y las expresó en el Informe 2000, base para orientar sus programas y fuente de inspiración para Conferencias Episcopales y otros organismos eclesiales. Así mismo, S.S. Juan Pablo II nos enriqueció con la Exhortación postsinodal Ecclesia in America (E Am), clave en la acción evangelizadora de todo el Continente que empieza a generar frutos de comunión y solidaridad en la integración de “una Iglesia en una América”. Ambos documentos fueron el punto de referencia en la elaboración del Plan Global 1999 – 2003.

2. Al concluir el Gran Jubileo, el Santo Padre Juan Pablo II dirigió a todas las Iglesias particulares su carta Novo Millennio Ineunte en la que invita a “remar mar adentro” y a hacer fecunda la gracia recibida “traduciéndola en fervientes propósitos y en líneas de acción concretas” (NMI 3), carta que ha tenido una gran acogida entre las Iglesias locales y que se constituye en un programa “y una apasionante tarea de renacimiento pastoral” (NMI 29). Al mismo tiempo, las directivas del CELAM, con la ayuda de un grupo de expertos y con una amplia participación de las Conferencias Episcopales, reflexionaron sobre los retos que presenta el auge del fenómeno de la globalización a la labor pastoral y ofrecieron el resultado de su estudio en Globalización y nueva evangelización en América Latina y el CaribeAmbos documentos han servido de base para el presente Plan Global 2003 – 2007.

3. En este período, el CELAM cumple 50 años de servicio a la Iglesia de América Latina y el Caribe, y a la Iglesia universal, como organismo de comunión, de reflexión y signo e instrumento de afecto colegial y animación pastoral. Acogiendo la invitación de S.S. Juan Pablo II queremos “remar mar adentro” y hemos decidido orientar nuestro plan global 2003-2007 a partir de tres actitudes: “Recordar con gratitud el pasado, vivir con pasión el presente y abrirnos con confianza al futuro...” (NMI 1). El título de nuestro plan, “Hacia una Iglesia casa y escuela de comunión y de solidaridad en un mundo globalizado”, expresa un proceso al que nos ha invitado el Papa en su carta apostólica Novo Millennio Ineunte; el subtítulo, “Humanizar la globalización y globalizar la solidaridad”, señala la línea general de acción que pretende inspirar; su contenido está estructurado en cuatro partes:

4.  I.  Una mirada al camino recorrido: “recordar con gratitud el pasado”

A partir del Concilio Vaticano II hasta los más recientes eventos y documentos eclesiales, hacemos memoria, agradecemos y celebramos el paso del Espíritu en el proceso de evangelización y servicio eclesial vivido en los últimos 50 años en América Latina.

5.  II.  Globalización y fe: “vivir con pasión el presente”

En la primera sección de esta segunda parte presentamos las características de la globalización y sus repercusiones en la vida de la sociedad y la Iglesia latinoamericana [la globalización y sus repercusiones]; y en la segunda sección distinguimos algunos principios que iluminan nuestro camino en este contexto de globalización [Una mirada de fe: la comunión y la solidaridad].

6.  III.  Respuesta desde la fe: anunciar a jesucristo “Abrirnos con confianza al futuro”

Destacamos aquí los principales desafíos pastorales que presenta la globalización, subrayamos algunos criterios, establecemos las prioridades pastorales y señalamos los campos de acción y tareas para responder al llamado de S.S. Juan Pablo II: “humanizar la globalización y globalizar la solidaridad”.

7. IV.  Programación 2003 – 2007

En esta última parte presentamos los programas y proyectos con los cuales el CELAM se empeña, durante este período, a servir a las Conferencias Episcopales Nacionales y a contribuir con ello a la realización de los anhelos de vida plena de nuestros pueblos.

Plan Global 2003-2007

“Recordar con gratitud el pasado”

1. En el contexto de la celebración de los cincuenta años del CELAM y en el inicio de un nuevo período de servicio, es preciso hacer memoria, agradecer, celebrar y aprovechar el tesoro de gracia recibido por nuestras iglesias que peregrinan en América Latina y el Caribe desde la celebración del Concilio Vaticano II hasta los más recientes y significativos eventos y documentos eclesiales.

1. El Concilio Vaticano II: evento y espíritu

2.  Al iniciar la segunda mitad del siglo XX el Espíritu inspiró a S.S. Juan XXIII para ofrecer a la Iglesia católica, y al mundo, el nuevo don del Concilio Vaticano II; evento que introdujo a la Iglesia en un proceso de discernimiento para reconocer la voluntad del Señor, y espíritu que sigue orientando en la búsqueda de los caminos que conduzcan a la construcción del Reino.

1.1.     El evento eclesial y su impacto en América Latina

3. Teólogos y pastoralistas de todo el mundo, contagiados del entusiasmo de Juan XXIII y en comunión con sus respectivos Obispos, bebiendo de la Sagrada Escritura, la Tradición y el Magisterio secular de la Iglesia, llamaron la atención de todo el Pueblo de Dios para atender, entender, reflexionar y valorar los signos de los tiempos en medio de la realidad de aquellos años.

4.  Del entusiasmo inicial se pasó a la laboriosidad que exigió superar situaciones problemáticas de esos años, hasta que comenzó a hacerse oír suave, meditada y solemne la voz del Concilio. Viene entonces el momento de la aceptación y ejecución de los Documentos Conciliares. Paulo VI fue la providencia de Dios no sólo para continuar y terminar las etapas del Concilio sino para la puesta en marcha de los primeros pasos, no fáciles, del inmediato post-Concilio. Los frutos conciliares de doctrina y verdad para renovar la fidelidad a Cristo y su Evangelio, son dones que agradecemos y nos impulsan a la acción en el amor. El Concilio Vaticano II clarificó y fortaleció la identidad y misión de la Iglesia universal, y puso las bases para un diálogo permanente con el mundo y para realizar un anuncio creíble de su riqueza: la Buena Nueva, Jesucristo.

5.  Los Obispos latinoamericanos, testigos de los gozos y esperanzas, de las angustias y las tristezas de nuestros pueblos, hicieron presente la voz de sus Iglesias particulares en el concierto de la Iglesia universal reunida en Roma con Pedro y bajo Pedro y, testigos de la colegialidad episcopal y portadores de las luces que emanaron de este evento eclesial, se propusieron y llevaron adelante proyectos para reproducir aquella experiencia y para irradiar aquellas luces en nuestro Continente.

1.2.   Remar mar adentro en el espíritu del Concilio

6.   Nuestras Iglesias particulares de América Latina, guiadas por sus pastores, han continuado cultivando la abundante, y aún no agotada, simiente del Concilio y se han beneficiado de sus frutos. Él ha sido para nuestros pueblos el faro que ha iluminado su peregrinar en los últimos años.

7.  Apenas concluido el gran jubileo del año 2000, S.S. Juan Pablo II nos ha invitado a continuar en el empeño de la nueva Evangelización, tarea para la cual contamos con el espíritu del Concilio: “¡Cuánta riqueza, en las orientaciones que nos dio el Concilio Vaticano II!...A medida que pasan los años, aquellos textos no pierden su valor ni su esplendor. Es necesario leerlos de manera apropiada y que sean conocidos y asimilados como textos cualificados y normativos del Magisterio dentro de la Tradición de la Iglesia. Después de concluir el Jubileo siento más que nunca el deber de indicar el Concilio como la gran gracia de la que la Iglesia se ha beneficiado en el siglo XX. Con el Concilio se nos ha ofrecido una brújula segura para orientarnos en el camino del siglo que comienza” (NMI 57).

8.   El evento eclesial del Concilio Vaticano II terminó con su clausura, pero su espíritu sigue vivo. Los documentos del Concilio continúan inspirando y orientando la tarea de la Iglesia universal y, por tanto, los esfuerzos de nuestras Iglesias particulares de América Latina. Nuestra memoria quiere ser anámnesis, verdadera celebración cristiana.

2.   El Consejo Episcopal Latinoamericano – CELAM

9.  El Consejo Episcopal Latinoamericano –CELAM–, nacido apenas unos años antes del Concilio, coherente con su naturaleza y misión, se ha empeñado en asumir las directrices del Concilio y han sido ellas las que han marcado el rumbo de sus tres últimas Conferencias Generales, así como sus planes y programas de servicio a las Conferencias Episcopales nacionales de América Latina y el Caribe. Desde la gracia del Concilio Vaticano II el CELAM ha promovido la comunión eclesial y el espíritu colegial de los Obispos en el Continente.

2.1.   Los orígenes

10.  En la prehistoria del CELAM es obligación de gratitud recordar la fundación del Colegio Pío Latinoamericano, primera institución del Continente que, establecida en la ciudad de Roma en 1858, sigue prestando un valioso servicio hasta nuestros días; así mismo, la realización del Concilio Plenario Latinoamericano, llevado a cabo en Roma de mayo a junio de 1899, y que tanto aportó a la vida de la Iglesia de América Latina al abrirla al diálogo con el mundo de su tiempo.

11. Ya en la mitad del siglo pasado, cuando aún se hablaba poco de una integración latinoamericana y no se habían creado organismos a este nivel, un grupo de pastores visionarios empezó a establecer contactos en torno a temas pastorales de interés común para América Latina y el Caribe.

12.   Entre los antecedentes más inmediatos de nuestro Consejo conviene tener presente el I Congreso Latinoamericano de Educación Católica, efectuado en Bogotá, en 1945; el mismo año en que el Papa Pío XII había consultado a los Obispos del Continente, a través de la Secretaría de Estado, sobre la conveniencia de una reunión episcopal similar a la del Concilio Plenario Latinoamericano. Para entonces, el mundo comenzaba a levantarse de la II Guerra Mundial, lo que marcó un compás de espera.

13. Posteriores encuentros maduraron la idea de integración pastoral de la Iglesia latinoamericana para realizar una tarea evangelizadora más eficaz. Al concluir la I Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, en agosto de 1955, los 96 Obispos participantes expresaron: “La Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, por unanimidad, ha aprobado pedir, y atentamente pide a la Sede Apostólica, la creación de un Consejo Episcopal Latinoamericano”.

14.     El Cardenal Adeodato Giovanni Piazza, nombrado por el Papa Pío XII, Presidente de dicha Conferencia, envió el 24 de septiembre de 1955 a los Obispos de América Latina, por encargo del Papa, una carta en la que expresaba: “Su Santidad se ha dignado acoger con benevolencia la petición formulada por la Conferencia General, para formar un Consejo Episcopal Latinoamericano. Igualmente, el Augusto Pontífice ha accedido a aprobar, en sus líneas generales, los puntos contenidos en el proyecto de la Conferencia”.

15.    En el momento de la convocación del Concilio, el CELAM vivía su primer quinquenio de servicio y durante su realización continuó prestando su servicio de reflexión y animación pastoral. Con motivo de los diez años del CELAM, en 1965, Paulo VI indicaba que la fe del pueblo latinoamericano debería alcanzar todavía una plena madurez de desarrollo, y que los pastores deberían tener sus ojos abiertos ante el mundo porque el mundo cambia y se necesita saber satisfacer sus exigencias crecientes e interpretar las nuevas instancias.

2.2.   Las cuatro Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano

16.   El CELAM, a lo largo de cincuenta años, ha favorecido procesos de evangelización y servicio eclesial; su acción se ha visto especialmente estimulada por la presencia y el mensaje del Santo Padre que, en la persona de Paulo VI primero y de Juan Pablo II después, ha dejado sentir su cercanía y su palabra orientadora en todos los países de nuestro Continente. Durante este período reconocemos y agradecemos el paso del Espíritu a través de nuestras iglesias, experiencia que ha tenido momentos especiales en las cuatro Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano, en cuyas tres últimas ha estado presente el Papa, Paulo VI en Medellín y Juan Pablo II en Puebla y Santo Domingo, marcando directrices y estimulando la labor de nuestros pastores.

2.2.1.   Río de Janeiro

Primera Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, Río de Janeiro, Brasil, del 25 de julio al 4 de agosto de 1955

17.   La Primera Conferencia General del Episcopado reconoce el rico patrimonio de fe de América Latina y, a la vez, la necesidad de una más amplia y profunda evangelización.

18.    Con el fin de difundir la fe y de que ésta informe integralmente el pensamiento, las costumbres y las instituciones de nuestro Continente, la Conferencia considera indispensable un clero numeroso, virtuoso y apostólico. La escasez de sacerdotes es analizada como uno de los principales problemas y se hace un llamado para que la obra de las vocaciones sacerdotales se considere en todas las diócesis como la obra fundamental e inaplazable. Con similar preocupación se abordan los temas del clero nacional, de los religiosos y de las religiosas.

19.   Junto con la campaña vocacional, Río de Janeiro llama a emprender una labor más intensa y profunda de instrucción y educación religiosa para no perder la rica herencia de fe del Continente. En esta línea trata de la organización de la cura de almas, de los medios especiales de propaganda, del protestantismo y movimientos anticatólicos, y de la defensa de la fe.

20.   Ya desde esta primera Conferencia, los Obispos describían el panorama social de nuestro Continente y advertían que, no obstante el cúmulo de bienes que la Providencia había depositado en él, no todos disfrutaban de tan rico tesoro y ya muchos de sus habitantes vivían en una situación angustiosa. Desde esta perspectiva trataron los problemas sociales; las misiones, indios y gente de color; los inmigrantes y gente del mar. Desde la Doctrina social de la Iglesia llamaban a una triple tarea de iluminación, educación y acción.

2.2.2.   Medellín

La Iglesia en la actual transformación de América Latina a la luz del Concilio.

Segunda Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, Medellín, Colombia, 26 de agosto al 7 de septiembre de 1968

21. La Segunda Conferencia General del Episcopado latinoamericano centra su atención en el hombre, consciente de que para conocer a Dios es necesario conocer al hombre y de que a éste se le conoce en Cristo.

22.  La reflexión se encamina hacia la búsqueda de una nueva y más intensa presencia de la Iglesia en la actual transformación de América Latina, a la luz del Concilio Vaticano II.

23.   Tres grandes áreas, sobre las que recae nuestra solicitud pastoral, fueron abordadas en relación con el proceso de transformación del Continente. En primer lugar, el área de la promoción del hombre y de los pueblos hacia los valores de la justicia, la paz, la educación y la familia. En segundo lugar, se atendió a la necesidad de una adaptada evangelización y maduración en la fe de los pueblos y sus élites, a través de la catequesis y la liturgia. Finalmente, se abordaron los problemas relativos a los miembros de la Iglesia que requieren intensificar su unidad y acción pastoral a través de estructuras visibles, también adaptadas a las nuevas condiciones del Continente.

24.  La Conferencia de Medellín consideró que el compromiso más urgente era purificar, en el espíritu del Evangelio, a todos los miembros e instituciones de la Iglesia Católica y superar la separación entre la fe y la vida, porque en Cristo Jesús lo único que cuenta es la fe que obra por medio del amor.

2.2.3.   Puebla

La Evangelización en el presente y en el futuro de América Latina

Tercera Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, Puebla, México, 27 de enero al 13 de febrero de 1979

 

25.   La Tercera Conferencia General centra su atención en la Evangelización en el presente y en el futuro de América Latina.

 

26.  Los Obispos, con ojos de fe y corazón de pastores, realizan una visión histórica, sociocultural y eclesial de las tendencias de su tiempo y, a la luz de Evangelii Nuntiandi, se preguntan: ¿cuál es el designio de salvación que Dios ha dispuesto para América Latina?, ¿cuál es el camino de liberación que Él nos depara? La respuesta que encuentran y proclaman es que Dios nos llama en América Latina a una vida en Cristo Jesús.

 

27.   Puebla señala los derroteros de la Evangelización en América Latina y los inscribe en el espíritu de la comunión y la participación que debe distinguir a sus centros, a sus agentes y a sus medios.

 

28.  Al subrayar que el Espíritu del Señor sigue impulsando a su pueblo en la historia para discernir los signos de los tiempos y descubrir los más profundos anhelos y problemas de los seres humanos, los Obispos proclaman su opción por los pobres y los jóvenes, ellos son reconocidos como la riqueza y la esperanza de la Iglesia en América Latina y su evangelización se presenta, por tanto, como prioritaria.

 

29.   Puebla señala también la importancia de la evangelización de la cultura y el trabajo pastoral con los constructores de la civilización del amor, por ello llama a una acción con los constructores de la sociedad pluralista y a una acción por la persona en la sociedad nacional e internacional.

 

30.   Bajo el dinamismo del Espíritu, Puebla opta por una Iglesia sacramento de comunión y participación, una Iglesia servidora y misionera, que debe asumir la planificación pastoral como camino práctico para realizar sus opciones pastorales. Todo ello hará posible una participación libre y responsable, en comunión fraterna y dialogante para la construcción de la nueva sociedad verdaderamente humana y penetrada de valores evangélicos.

 

2.2.4.   Santo Domingo

nueva evangelización, Promoción Humana, Cultura Cristiana

“Jesucristo, ayer, hoy y siempre”

Cuarta Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, Santo Domingo, República Dominicana, 12 al 28 de octubre de 1992

 

31.   Después de Puebla se intensificó la reflexión sobre la evangelización de la cultura y, en el contexto de la celebración del V Centenario del inicio de la Evangelización de América, se convocó a la Cuarta Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, donde la nueva evangelización propuesta por el Santo Padre fue interpretada como inculturación del Evangelio.

 

32.  Los pastores, reunidos en Santo Domingo, recogen y actualizan la rica historia del pasado y, mediante su documento conclusivo, ofrecen una palabra de esperanza.

 

33.   Santo Domingo tomó como eje de su reflexión la opción radical por Jesucristo, Evangelio del Padre, Evangelizador viviente en su Iglesia, Vida y esperanza de América Latina y el Caribe.

 

34.  Desde un mensaje renovado de Jesucristo, los Obispos se comprometen a procurar la nueva evangelización, que implica la renovación pastoral de la Iglesia; la Promoción Humana, que exige una respuesta a los nuevos desafíos; y la Cultura Cristiana, que requiere la inculturación del Evangelio, especialmente en la cultura urbana y tomando en cuenta los medios de comunicación social.

 

2.3.   Algunos frutos del camino recorrido

 

35.   A partir de su nacimiento y hasta el momento presente, han sido numerosos los señores Obispos quienes, con sus claros e inspirados conocimientos e intuiciones, involucrando sus mejores habilidades, y, sobre todo, mediante sus actitudes ejemplares de caridad pastoral, han contribuido a la consolidación y desarrollo de la misión del Consejo Episcopal Latinoamericano, tarea en la cual no han faltado las dificultades que han exigido un redoblado esfuerzo y una mayor confianza en el Señor que construye la casa y da sentido a la labor de los albañiles (Cfr. Sal 127, 1).

 

36. Gracias al servicio del CELAM, hoy podemos agradecer, de forma especial, el espíritu colegial que se ha desarrollado entre nuestros pastores; por su contribución se va consolidando una comunión afectiva y efectiva que se puede reconocer en las relaciones fraternas, en el rico intercambio de experiencias, en la respetuosa reflexión participativa, en el apoyo solidario, y en la búsqueda e implementación de líneas pastorales y acciones conjuntas.

 

37.  Al mismo tiempo, es necesario reconocer que el CELAM no solamente ha organizado las tres últimas Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano, sino que se ha empeñado en promover, animar y acompañar a las Conferencias Episcopales Nacionales de América Latina en la realización de las grandes líneas pastorales propuestas por las cuatro Conferencias Generales.

 

38.   Aún conscientes de que no son pocas las líneas pastorales de Río de Janeiro, Medellín, Puebla y Santo Domingo que aún no se hacen operativas en varias de nuestras Iglesias Particulares, desde el CELAM hoy podemos agradecer, celebrar y aprovechar abundantes frutos, de entre los cuales podemos destacar: la proyección de la misión ad gentes desde América Latina; la organización y desarrollo de algunas pastorales específicas; las diversas publicaciones que están impulsando la acción pastoral de muchos agentes de pastoral e inspirando la formación de otros; el impulso de organizaciones latinoamericanas como la Confederación Latinoamericana de Religiosos, CLAR; la Organización de Seminarios Latinoamericanos, OSLAM; y la misma Pontificia Comisión para América Latina -CAL-, creada en 1958.

 

3.     Los más recientes y significativos eventos y documentos eclesiales

 

39.     Peregrinos en el conjunto de la Iglesia Universal sabemos que el Señor está con nosotros todos los días hasta el fin del mundo y que su Espíritu no deja de actuar a lo largo de la historia, por ello es justo y necesario reconocer los dones que el Señor nos ha otorgado a través de los más recientes y significativos eventos y documentos eclesiales.

 

3.1.   Asamblea especial del Sínodo de los Obispos para América

 

40.   Del 16 de noviembre al 12 de diciembre de 1997 se realizó, por convocación del Papa Juan Pablo II, en la ciudad del Vaticano, la Asamblea especial del Sínodo de los Obispos para América, con la finalidad de contribuir a la unidad de los pueblos del Continente e impulsar un espíritu solidario.

 

41.  El 22 de enero de 1999, el propio Papa Juan Pablo II ofreció, desde la Basílica de N. S. de Guadalupe, en la ciudad de México, la exhortación apostólica postinodal Ecclesia in America, sobre el Encuentro con Jesucristo Vivo, camino para la conversión, la comunión y la solidaridad en América.

 

42.  El documento convoca a todos los pueblos de América a procurar el Encuentro con Jesucristo Vivo en el Hoy de América, y destaca que tal encuentro se realiza en tres lugares privilegiados: la Palabra de Dios, especialmente los Evangelios; la Liturgia, especialmente la Eucaristía; y la Persona humana, especialmente los más pobres. Este Encuentro con Jesucristo se propone como el camino para la conversión, la comunión y la solidaridad.

 

43.  La exhortación subraya, a lo largo de todo su contenido, que la Iglesia en América está llamada a anunciar que la conversión consiste en la adhesión a la persona de Jesucristo; está convocada a ser signo vivo de una comunión reconciliada y a ser portadora de un mensaje permanente de solidaridad.

 

44.  Tanto la celebración de la Asamblea -en cuanto experiencia de encuentro-, como el documento con el cual nos enriqueció el Papa, nos han confirmado que la Evangelización de América no es sólo un don del Señor, sino también fuente de nuevas responsabilidades. Agradeciendo al Señor lo que hasta ahora ha realizado por medio del CELAM, tenemos que escuchar el llamado a un renovado esfuerzo de comunión y solidaridad continental.

 

3.2.   El Jubileo del año 2000

 

45.  Guiados por S. S. Juan Pablo II y con la mirada puesta en el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios, nuestra Iglesia Latinoamericana, en comunión con la Iglesia Universal, se preparó para cruzar el umbral del tercer milenio con el Jubileo del año 2000.

 

46.   La carta apostólica Tertio Millennio Adveniente exhortó y orientó la preparación remota y próxima de este gran acontecimiento. El CELAM encontró en este documento una de las fuentes que alimentaron su tarea durante los dos últimos períodos. Desde esta carta se inspiraron diversas iniciativas que fueron otros tantos canales de gracia para muchas personas y comunidades de nuestro Continente, y del mundo, al favorecer la contemplación de la Trinidad y dinamizar la fe, la esperanza y la caridad cristianas.

 

47.    La bula Incarnationis Mysterium, por la cual el Papa Juan Pablo II convocó al gran jubileo del año 2000, nos confirmó la invitación a la gran fiesta nupcial que se inició con la navidad de 1999 y que se clausuró con la epifanía de Nuestro Señor Jesucristo el 6 de enero de 2001. De este modo la navidad fue el corazón palpitante del año santo que introduciría en la vida de la Iglesia la abundancia de los dones del Espíritu para una nueva evangelización.

 

48.  La peregrinación, que nos recuerda la condición en la que vive la Iglesia; la puerta santa, que evoca el paso que cada cristiano está llamado a dar del pecado a la gracia; y la indulgencia, en la que se manifiesta la plenitud de la misericordia del Padre, fueron otros tantos signos de la Tradición de la Iglesia que fortalecieron la fe de nuestras comunidades.

 

49.   El Pueblo de Dios también fue llamado a abrir su mente para reconocer otros posibles signos de la misericordia de Dios: la purificación de la memoria, para reconocer las faltas cometidas por quienes han llevado y llevan el nombre de cristianos; la caridad, que abre los ojos a las necesidades de quienes viven en la pobreza y la marginación, y que llama a una nueva cultura de la solidaridad y cooperación internacionales; y la memoria de los mártires, que nos permite tener presente el testimonio del anuncio del Evangelio a lo largo de la historia.

 

50.  Estos signos nuevos, y los que ya forman parte de la Tradición de la Iglesia, toman rasgos específicos en nuestro Continente, comprometen nuestra fe de cada día y nos dan la oportunidad de vivir un canto de alabanza y una ofrenda agradables al Padre. Desde América Latina reconocimos nuestra falta como cristianos, nos abrimos a la caridad para dar desde nuestra pobreza y favorecer la solidaridad, y al tener presente la memoria de nuestros mártires nos fortalecemos por su testimonio para mantenernos firmes en la fe y dispuestos a dar razón de nuestra esperanza.

3.3.     Novo Millennio Ineunte

 

51.   “Al comienzo del nuevo milenio...se abre para la Iglesia una nueva etapa de su camino” (NMI 1). Estamos llamados a “aprovechar el tesoro de gracia recibida, traduciéndola en fervientes propósitos y en líneas de acción concretas...Es, pues, el momento de que cada Iglesia, reflexionando sobre lo que el Espíritu ha dicho al Pueblo de Dios en este especial año de gracia, más aún, en el período más amplio de tiempo que va desde el Concilio Vaticano II al Gran Jubileo, analice su fervor y recupere un nuevo impulso para su compromiso espiritual y pastoral...” (NMI 3).

 

52.  A partir del Encuentro con Jesucristo, herencia del Gran Jubileo, el Papa Juan pablo II, en la Exhortación Novo Millennio Ineunte, nos invita a contemplar el rostro de Jesucristo y a caminar desde Él para ser testigos del amor.

 

53.   Hemos recibido gracia tras gracia en nuestro Continente en comunión con la Iglesia Universal, y con ella hemos sido invitados a “remar mar adentro”, a caminar con esperanza en el nuevo milenio que se abre ante la Iglesia como un océano inmenso en el cual hay que aventurarse contando con la ayuda de Cristo y con la compañía de la Santísima Virgen María.

46.           La carta apostólica Tertio Millennio Adveniente

Plan Global 2003-2007

“Vivir con pasión el presente”

1.   Vivir con pasión el presente nos exige, como creyentes, escuchar los gemidos del Pueblo de Dios y de la humanidad, e interpretar el tiempo actual desde la Palabra de Dios, en particular, desde la Palabra Encarnada: Jesús, el Hijo de Dios vivo.

 

1.    La globalización y sus repercusiones

 

2.   América Latina y el Caribe es un Continente pluriétnico y multicultural inmerso en un mundo globalizado cuyas repercusiones se experimentan tanto en los ámbitos sociales como eclesiales.

 

1.1.   ¿Qué es la Globalización y cuáles son sus características?

 

3.  Cuando surge una nueva palabra y su uso se difunde rápidamente por el mundo en diferentes contextos, antes de que se defina con precisión su contenido, no es fácil recoger a posteriori una sola definición que valga para todas las acepciones. Tal es el caso del término "globalización" o "mundialización". Recojamos la descripción que hace de ella el Premio Nóbel de Economía del año 2001, Joseph E. Stiglitz. Escribe: "El fenómeno de la globalización es la integración más estrecha de los países y los pueblos del mundo, producida por la enorme reducción de los costos de transporte y comunicación, y el desmantelamiento de las barreras artificiales a los flujos de bienes, servicios, capitales, conocimientos y (en menor grado) personas a través de las fronteras". La globalización tiene su base en la intercomunicación inmediata, y superando las distancias geográficas acerca a las personas, a los pueblos, a las culturas y a los países. No se detiene en el orden del conocimiento y de la información. El puente de comunicación produce la interacción y el intercambio entre quienes se han integrado a esta red global de enlaces. Alienta el intercambio de bienes y de tecnología. El estudio de esta interacción mundial muestra la interrelación de los factores económicos con los sociales, los políticos, los demográficos, los tecnológicos, los culturales. Lo que le pasa a una región de la tierra, interesa a todos. Ya se trate de la irresponsabilidad ecológica, el armamento nuclear, las guerras civiles y el terrorismo, las migraciones, la producción de droga. Todo repercute en la globalidad; todo afecta a todos.

 

4.   Como tal, la globalización es un hecho. No es buena ni mala. Puede enriquecer a quienes reciben y procesan la información, se sirven de los bienes y los avances tecnológicos del intercambio, o son enriquecidos con avances jurídicos y culturales. En una palabra, puede aportar grandes beneficios y hacer un gran bien, pero desgraciadamente también puede ser la causa de grandes males. Todo depende de la orientación que se dé a la globalización; del uso que se haga de las oportunidades que brinda y de la finalidad que se asuma. Si no es equitativa, porque no se reconoce una igualdad fundamental entre los intercomunicados y no se les permite participar en las decisiones políticas, económicas, demográficas, éticas, etc. que los afectan, y uno o varios de ellos son mucho más fuerte que los otros, no se produce un intercambio en el cual todos saquen provecho. Peor aún, si quien es más fuerte tiene un afán hegemónico, busca sólo su propio bien y puede desinteresarse y avasallar a los demás, sin aparente perjuicio propio. Por eso se habla actualmente de una globalización asimétrica. Ésta tiende a acrecentar la desigualdad de oportunidades, la pobreza, la marginación, la corrupción, la nivelación cultural, la colonización económica y valórica. Por ello, también, no pocas veces surgen nuevas formas de colaboración internacional entre personas y comunidades ya sea como apoyos solidarios en proyectos, o como protestas y propuestas coordinadas ante situaciones de injusticia.

 

1.2.   Repercusiones de la Globalización en la sociedad

 

5.    La globalización, manifestación de un auténtico cambio de época, en los últimos veinte años ha trastocado la organización económica y el trabajo, el comercio y las finanzas internacionales, las relaciones sociales y los modelos de vida, los Estados y la política, las comunicaciones y las culturas del orbe. El nuevo contexto está lleno de factores positivos y negativos que podrán potenciar el desarrollo humano de nuestras comunidades y países o, por el contrario, ser factores de mayor exclusión y empobrecimiento.

 

1.2.1.   Globalización y economía

6. Las economías de los países prósperos se están integrando dentro de un sistema global que origina verdaderos bloques interdependientes de desarrollo. Los grandes consorcios transnacionales, principales agentes de este proceso, se sitúan allí donde obtienen más beneficios y donde son más bajos los salarios o los impuestos y, conforme avanza la globalización, se funden entre sí asumiendo más poder y dominio. De esta manera, las empresas multinacionales se convierten en verdaderos poderes financieros que entran en competitividad con las economías de las naciones, las debilitan, y destruyen los modos de sustento de las comunidades marginadas y rurales; así, a la vez que disminuye en muchos países la generación de riqueza por la competitividad internacional, la distribución del ingreso se torna cada vez más desigual en perjuicio de los más débiles.

 

7.  La globalización económica hace crecer la producción y la riqueza, y sin embargo, los desequilibrios económicos son muy grandes y la diferencia entre países ricos y pobres es mayor que antes. Mientras unos países crecen económicamente, otros están estancados y muchos más se encuentran en una gravísima situación de declive; el mercado laboral está devaluado y deprimido, restringido por las emigraciones controladas por los países prósperos y sujeto a toda clase de distorsiones de la oferta-demanda. Así, para poder competir se globaliza la miseria laboral, o se globaliza el desempleo; en ambos casos, se deprimen salarios y prestaciones, afectando el bienestar y el mercado interno local en favor de los grandes capitales.

 

8.  El comercio internacional ha permitido a algunos países crecer más rápidamente, y que otros lograran superar su aislamiento y exclusión; posibilitó que muchas personas de los países empobrecidos hayan mejorado su acceso al conocimiento y que no pocas pequeñas y medianas empresas hayan logrado introducir nuevas tecnologías, ingresar a nuevos mercados y crear nuevas industrias; y favoreció una mayor integración entre los países y pueblos del mundo. La misma globalización ha permitido una mayor interconexión entre los movimientos antiglobales o que proponen estrategias intermedias; y que la comunidad internacional haya logrado acuerdos internacionales, la creación de nuevas instituciones en el campo de la sociedad civil, y, en general, formas de gobernar la globalización para hacerla más humana y equitativa. A pesar de estos logros, las crecientes desigualdades amenazan la cohesión social, el equilibrio ecológico y la estabilidad política.

 

9.  Se suma a esto que la interdependencia económica hace que la crisis de un país afecte de inmediato la economía de otros y que los gobiernos de los países menos prósperos no tienen la capacidad para reaccionar frente a las exigencias de los organismos internacionales respecto a los ajustes económicos y a la deuda externa, situación que complica la toma de decisiones económicas con miras al futuro.

 

10.   Constatamos, al mismo tiempo, que en la distribución de los beneficios del desarrollo de la ciencia y de la tecnología no se han seguido criterios de equidad y justicia. Los megaconsorcios gastan más en investigación que lo que invierten muchas naciones en programas sociales; algunos países han pasado de ser sociedades industriales a sociedades informáticas, mientras otros reflejan un gran retraso en este campo que repercute en la economía; la robótica no ha significado mayor desempleo en los países prósperos -al reemplazar los puestos laborales automatizados con nuevos empleos en el diseño y construcción, programación y mantenimiento de los robots-, mientras que en otros países, estos avances representan una amenaza para el empleo.

 

11.  Con todo, la pobreza emerge connuevas características, incluyendo su feminización. Es más pobre quien no está capacitado para manejar las nuevas tecnologías y no puede competir dentro del proceso de globalización; es pobre, también, no sólo quien no dispone de bienes económicos, sino quien se ve privado de la posibilidad de ejercer sus capacidades, sus funciones y sus libertades. No obstante esta situación, los pobres pueden aprovechar los nuevos medios para ser más industriosos a partir de la innovación y de la negociación sobre nichos de mercado que favorezcan los términos de intercambio, a través de la Economía Solidaria. Esta nueva forma de integración en América Latina tiene muchas posibilidades, ya que los nuevos pobres, uniendo conocimientos e ingenio, esfuerzos y escasos recursos, pueden emprender actividades productivas en forma independiente.

 

1.2.2.   Globalización y política

 

12.  La globalización ha estimulado, en buena medida, la expansión de la democracia y la promoción y defensa de los derechos humanos. En términos generales, los países de América Latina y el Caribe han avanzado en la construcción de una sociedad pluralista, en el respeto de los derechos civiles y políticos, en la elección, por vía democrática, de las autoridades en sus diversos niveles. Sin embargo, se constata un desencanto de la ciudadanía por la política, una corrupción galopante, una pérdida de liderazgo de los partidos políticos tradicionales y el surgimiento de nuevos partidos o grupos políticos, cívicos o sociales que no siempre han logrado el efecto aglutinante que esperaban.

 

13.  El advenimiento de las democracias requirió la división y control de poderes, sobreentendiéndose como poderes políticos y públicos; sin embargo, la globalización ha trastocado esta división y equilibrio a nivel mundial con nuevas categorías y prioridades. Hoy, entre los “poderes” reales están los medios de comunicación social, los consorcios transnacionales, los grandes organismos internacionales y los grupos de poder político. Así, desde estos nuevos “poderes” se están impulsando las preferencias electorales más por la imagen de los candidatos que por sus propuestas políticas y su moralidad.

 

14.   En la modalidad dominante del actual proceso de globalización se suele argumentar la necesidad de un orden mundial para justificar la imposición de políticas a los gobiernos cuyos costos humanos se presentan como necesarios, dando lugar a una instrumentalización de la persona: se suele escuchar que la educación de los hijos, la salud de los ancianos, y hasta la vida de la gente deben subordinarse a las exigencias de una política económica cuya violación, supuestamente, llevaría a daños humanos aún mayores; lo mismo se afirma sobre las decisiones que se toman para recortar derechos cívicos, políticos, laborales y sociales; los mismos argumentos se manejan para el desmantelamiento de las instituciones de protección social, de regulación de mercados, y del ejercicio del papel equilibrador del Estado; se aplica esta lógica para favorecer, finalmente, el pago de la deuda externa o el mayor gasto en armamentos.

 

15.   La imposición de esta política económica, aparentemente fuera de control de los gobernantes, es una de las causas del empobrecimiento y de la opresión de muchos millones de latinoamericanos, y también del creciente distanciamiento entre los políticos y la ciudadanía. El costo del ajuste económico, agravado por la corrupción y la impunidad, tiende a recaer de manera desmedida en nuestros países y, en especial, en sus sectores más empobrecidos.

 

16.   No obstante esta situación, en América Latina y el Caribe ha aumentado la conciencia de los ciudadanos con relación a su participación en la construcción de la sociedad desde la base social y hoy día se habla de la importancia del “empoderamiento” de los ciudadanos para su más adecuada y equitativa participación en la toma de decisiones que tienden al bien común.

 

1.2.3.   Globalización y ecología

 

17.  Las investigaciones científicas nos hablan de una progresiva y amenazante degradación ambiental; está cambiando el clima global, se está deteriorando la capa de ozono, se está atentando contra la biodiversidad; el afán del lucro no respeta el hábitat de las personas de hoy y del futuro, se olvida que la riqueza ambiental no debe tenerse como un exclusivo patrimonio nacional del cual se puede hacer uso arbitrariamente. Los países de América Latina y el Caribe han visto y ven destruir su mundo natural por la industria de los países ricos.

 

18.   La crisis ecológica ha hecho surgir la urgente necesidad moral de una nueva solidaridad y la defensa de lo ecológico va incluyéndose entre los intereses sociales que exigen una protección jurídica plena y que rebasa los límites del derecho de una nación determinada porque afecta a la comunidad internacional. Desafortunadamente, lo ecológico y lo social no son prioridad para la mayor parte de nuestros gobiernos; no obstante, la conciencia ecológica ha ido creciendo.

 

1.2.4.   Globalización y Movilidad humana

 

19.    La movilidad humana, en especial en América Latina y el Caribe, es creciente y de tal magnitud que debe ser considerada como un aspecto de la globalización, no obstante que las personas no logran desplazarse ni con la rapidez de los capitales, ni con la facilidad de los bienes, debido a la incoherencia de las políticas económicas que defienden la liberalización en los movimientos del capital pero no el movimiento de las fuerzas de trabajo.

 

20.   Prácticamente todos los países han tenido la experiencia del desplazamiento de los campesinos a las ciudades (migración interna), al punto que actualmente la mayor parte de la población vive en las ciudades y en las periferias suburbanas; en varios de nuestros países este fenómeno se acrecienta aún más por los desplazados a causa del terrorismo y del narcotráfico. Los recién arribados suelen carecer de vivienda digna, de servicios públicos, de educación, de seguridad social y pública, de transporte adecuado y de empleo permanente; por ende, muchos suelen nutrir el subempleo o caer en las redes de las ocupaciones ilegales (narcotráfico, crimen o prostitución).

 

21.   El segundo gran éxodo migratorio es provocado por la creciente pobreza de los países que, al no poder ofrecer un empleo -especialmente a las generaciones jóvenes-, prácticamente fuerza a no pocos de sus ciudadanos a que emprendan el viaje hacia los grandes centros económicos de Estados Unidos y Europa. Así, bajo el impulso decisivo del mercado, pero también de la violencia y de las guerras, muchísimas personas emigran a otros países, fenómeno al cual se añade la “fuga de cerebros”. En los países donde se asientan los migrantes se suelen generar conflictos raciales, religiosos y culturales, que hacen todavía más difícil su situación.

 

22.   No obstante la problemática descrita, es justo reconocer algunos elementos positivos: cada vez más, los migrantes asumen cargos de responsabilidad social y política cuando han logrado vincularse en la vida de los países receptores; las remesas que envían los migrantes permiten un mejor nivel de vida para sus familias y resultan un factor importante para el crecimiento económico de los países de origen; en el ámbito eclesial, el frescor de la fe y la riqueza de nuevas perspectivas culturales que aportan los inmigrantes a las iglesias que los acogen son signos de esperanza para ellas.

 

1.2.5.   Globalización y crimen

 

23.    Junto con el proceso de globalización del que se ha hablado hasta ahora, se ha ido creando lo que se ha llamado la “conexión perversa” o "globalización del crimen" que, utilizando los medios y recursos del proceso globalizador -los mercados de capital sin regulación, los adelantos de la tecnología de información y comunicaciones, y el abaratamiento de los gastos de transporte, entre otros-, tiene un impacto corruptor sobre las autoridades y la política, facilita el reciclaje de las utilidades de actividades ilícitas en el circuito financiero internacional y causa una severa distorsión en los comportamientos y en las valoraciones éticas individuales y sociales. Es este crimen organizado el que ha desarrollado una economía criminal global que sirve de soporte del terrorismo global y local, y nutre diversas guerrillas de América Latina.

 

24.    Sin embargo, frente a los impactos que el delito global está teniendo en la legitimidad de los gobiernos, en el ejercicio de las responsabilidades públicas, y en la tolerancia social con el delito, van surgiendo alternativas de vigilancia social; para transformar las diferentes maneras de vulnerabilidad de las comunidades, ciudadanos, y familias, frente al crimen, se crean nuevas alianzas entre naciones, organizaciones comunitarias, y entre diversos actores sociales; y para enfrentar la violencia y sus efectos, se fomentan diversas formas de educación y desarrollo de una conciencia solidaria.

 

1.2.6.   Globalización y cultura

 

25.     Durante toda la historia de la humanidad, los pueblos han tenido una identidad propia, caracterizada por su cultura, la cual ha implicado el reconocimiento de expresiones propias en su relación con Dios, con los semejantes, con la naturaleza y, en general, consigo mismos y con la vida. El intercambio globalizado que vivimos está transformando esta realidad; aunque se despierta la voluntad de no perder la propia identidad, la tendencia dominante busca una homologación de visiones y actitudes. A partir de este fenómeno consideramos las repercusiones de la globalización en cuatro ámbitos: el antropológico, el de los valores familiares, el de la educación y el de los medios de comunicación social.

 

a.      Ámbito Antropológico

 

26.   La historia humana es la historia de la adaptación a diferentes realidades climáticas, geográficas, personales, sociales, políticas y culturales; sin embargo, tal adaptación es paulatina y no instantánea, el ser humano es flexible pero requiere tiempo para adaptarse. En el caso de la globalización, los cambios tecnológicos –que ya por sí mismos, al permitirnos encontrarnos en tiempo real sin necesidad de desplazarnos, nos exigen una nueva percepción del tiempo y del espacio- se suceden a tal velocidad que el ser humano siempre está rezagado en su proceso de adaptación, lo cual le genera una angustia vital que causa toda clase de escapes, desde la alienación hasta la violencia, desde el frenesí suicida hasta las fármaco-dependencias.

 

27.   Por otro lado, si bien es cierto que vivimos un proceso de homologación de visiones y actitudes -que “ocurre” al darse un intercambio cultural y una asimilación de valores y comportamientos, y que es “impulsada” conscientemente al producirse una nivelación y alienación cultural que depende de los focos que son más potentes o eficaces al emitir signos de valor-, la mayor comunicación entre todos los lugares del planeta manifiesta la pluralidad de la experiencia humana. América Latina y El Caribe es un continente especialmente plural y una escuela de convivencia intercultural; la informática hace más visibles las diferencias y, a la vez, facilita la defensa cultural de muchas comunidades humanas que han sido maltratadas por siglos, aprovechando el aislamiento en el que se encontraban; en este sentido, la informática se convierte en un vehículo que enseña a respetar y a tolerar.

 

b.      Ámbito de los valores familiares

 

28.   El contexto de la globalización repercute de manera significativa en la vida humana, en la conducta sexual, en el rol de la mujer, y en el matrimonio y la familia en general.

 

La vida humana

 

29.    La evolución acelerada que han experimentado diversos campos de la ciencia y la tecnología ha tenido sus luces y sus sombras al aplicarse a diversos ámbitos de la vida humana. La nueva tecnología ha aumentado las expectativas de vida y el tratamiento de enfermedades antes incurables; por otro lado, se plantea el problema de la legitimidad o no de la experimentación en distintos ámbitos como la manipulación de genes humanos, la clonación y el cultivo de embriones con fines terapéuticos, áreas donde se corre el peligro -y en ocasiones ya se ha caído en él-, de utilizar como criterio de acción las posibilidades técnicas antes que la moralidad de tales prácticas.

 

30.   Las campañas para frenar la natalidad, bajo el pretexto de la sobrepoblación de la tierra y de la escasez de alimentos, conformaron el primer movimiento global que desencadenó la amenaza contra la vida humana, camino por el que fueron introducidos los anticonceptivos. Al mismo tiempo, globalmente se reemplazó el término “aborto” por el de “interrupción del embarazo” y, para permitir la manipulación genética, se desplazó, arbitrariamente, el inicio de la vida humana del momento de la concepción al de la anidación.

 

31.  El descenso de la natalidad en numerosos países, como efecto de la globalización de la anticoncepción y del aborto, ha tenido graves efectos como el desequilibrio generacional; la promoción de migraciones, por la oferta de empleos en los países desarrollados y envejecidos; y, un tercer efecto más interior y profundo, la afectación de la conciencia de millones de mujeres que han abortado y que sufren permanentemente por los remordimientos y la indignación. No obstante, se despierta la conciencia de muchos sectores de Iglesia, de la sociedad civil y de algunos políticos y profesionales que se empiezan a movilizar para contrarrestar estos ataques contra la dignidad de la vida humana.

 

La sexualidad

 

32.    En reacción a una cultura en la cual la sexualidad era un tema tabú y en la que se acentuaba su finalidad procreativa, se ha llegado a un concepto banal de sexualidad que promueve la autonomía del instinto y del placer sexual, disociándolo de la función procreativa, del amor, del matrimonio y de la fidelidad. En esta inercia, las “reformas educativas” promovidas en casi todos los países de América Latina y el Caribe han desarrollado una educación sexual con mucha información y poca formación. Asimismo, a través del concepto “políticas de género”, se ha difundido la aceptación social de la homosexualidad y el lesbianismo, de la bisexualidad y transexualidad, como si su situación fuera en todo equiparable a la heterosexualidad.

 

33.   Hay que reconocer, sin embargo, que en algunas sociedades la expansión del SIDA ha provocado una educación acerca del valor de la castidad, de la virginidad y de la fidelidad; y que la Iglesia ha sentido más urgente la necesidad de proclamar el valor de la sexualidad según el plan de Dios, y la toma de conciencia de una pastoral de orientación y acogida a los homosexuales.

 

La mujer

 

34.   La profesional o trabajadora, que sale del hogar por graves necesidades económicas o para realizarse personalmente en el mundo laboral, está generando una nueva imagen de mujer con nuevas condiciones sociales.

 

35.   El hecho de abrir el mundo del trabajo a la mujer, sin consideración de su misión como madre, limita a ésta en la entrega a sus hijos -a quienes debe atender según horarios preestablecidos- y al mismo tiempo la está conduciendo a su agotamiento, pues trata de cumplir como madre y al mismo tiempo intenta sobresalir en el trabajo; este agotamiento redunda en un daño irrecuperable para la mujer y para su familia. En este contexto, muchas organizaciones que trabajan en favor de la mujer tratan de silenciar o de infravalorar la misión de la maternidad, dando como consecuencia que muchas jóvenes, sobre todo universitarias, valoren sobremanera la realización profesional mientras eclipsan la opción de ser madres.

 

36.   No obstante, es conveniente señalar que se está viviendo un proceso positivo en la valoración de la dignidad y capacidad de la mujer gracias al cual se va logrando superar el espíritu machista que no valora el "genio femenino", que reduce a la mujer a los trabajos domésticos y que la excluye de la esfera pública y de funciones directrices de la sociedad. Así pues, se empieza a generar un nuevo modelo de relación entre los sexos: las mujeres son cada vez más conscientes de sus derechos y deberes, y afirman con mayor convicción su propia identidad; a su vez, los varones sienten que también deben redefinir su rol y su lugar en las relaciones humanas.

 

Matrimonio y familia

 

37.   El matrimonio, como compromiso para toda la vida, es cada vez menos asumido; el divorcio se ha introducido prácticamente en todo el mundo occidental, y en muchas otras culturas; y, más grave aún, se va abriendo campo a una cultura de parejas y de encuentros ocasionales con fin procreativo o sin él. La variación más importante se ha dado en la forma de desligar, en tiempo y en significado, el ejercicio de la sexualidad y el matrimonio: cada vez en mayor medida la actividad sexual precede al matrimonio; se pospone el matrimonio o se excluye, sin que por ello se excluya el ejercicio de la sexualidad. De esta manera la secuencia tradicional para formar familia se va alterando progresivamente.

 

38.   La tendencia indica que se camina a una sociedad sin familias estables. Las consecuencias psicológicas y sociales de este problema son enormes: ha crecido la tasa de suicidios entre personas que han sufrido el divorcio; los hijos de padres divorciados tienen una tasa de divorcio que es el doble de los hijos de padres que han sido fieles a su matrimonio; aumenta la drogadicción, el alcoholismo y la delincuencia de los hijos de tales hogares; aumenta el número de madrastras y padrastros, los cuales no siempre logran aceptar a los hijos que provienen de otro matrimonio, etc.

 

39.   La inclusión de las mujeres en el trabajo remunerado y el consiguiente aumento de sus ingresos económicos, les permite, a muchas de ellas, mantenerse por sí mismas y a sus hijos sin necesidad de marido. Pero, en la mayoría de los casos, los niveles de empobrecimiento de los hogares monoparentales, sostenidos por una mujer que está divorciada de su marido, son alarmantes y esta situación influye en la formación de los hijos.

 

c.      Ámbito de la educación

 

40.   Las nuevas tecnologías aplicadas a la educación tienen un enorme potencial pedagógico: permiten un aprendizaje dinámico y facilitan el rápido intercambio de información; estimulan a los alumnos a ser productores de conocimientos, a intercambiar experiencias y a difundir sus ideas; al eliminar las barreras espacio-temporales, se crean nuevas condiciones y entornos para el aprendizaje; la tecnología del espacio virtual compartido, puede estimular el aprendizaje cooperativo e interdisciplinario. Sin embargo, todas estas potencialidades se ven contrarrestadas por los aspectos económicos que dificultan el acceso a dicha tecnología.

 

41.   La consolidación de los procesos democráticos, lo mismo que los avances tecnológicos, la integración entre nuestros países y la globalización de la producción y el consumo, hacen de la educación, hoy más que nunca, un factor clave y decisivo para el desarrollo integral; sin embargo, la educación sigue siendo una de las variables de discriminación y exclusión. La falta de educación, tanto en lo que tiene que ver con cantidades y porcentajes (escolaridad y eficacia terminal) así como en lo que tiene que ver con calidad (valores y tecnologías-punta) es una de las cuatro causas de la pobreza extrema. América Latina está, por tanto, en un proceso de empobrecimiento creciente; la nueva forma de entender y aplicar la economía (economía del conocimiento aplicado) hace que los pobres estén cada vez más alejados de aquellas condiciones que podrían hacerles superar su situación de pobreza y ésta se agrava cada vez más.

 

42.    Muchas veces, en medios empresariales y políticos suele pedirse un fortalecimiento de la educación únicamente para hacer a nuestros jóvenes más competitivos, y al país más apto para insertarse en la economía internacional. Tal petición refleja una visión reductiva, ya que la educación no debe tener como objetivo solamente el hacer más competitivos a los ciudadanos, sino formarlos para que sean impulsadores de un desarrollo humano sostenible, lo cual exige educar en valores.

 

d.      Ámbito de los medios de comunicación social

 

43.   Hemos afirmado ya que el cambio de época que vivimos tiene como una de sus características la irrupción de las nuevas tecnologías; gracias a ellas se han reducido las distancias, se han acelerado los tiempos y se han originado nuevos lenguajes, estéticas y usos sociales. Por eso, cuando se habla de globalización no sólo debemos pensar en la económica, sino también en la globalización cultural favorecida por los medios de comunicación social.

 

44.   La tecnología aplicada a la información, la comunicación y el entretenimiento están creando una nueva cultura. El cine, la radio, la televisión y la red informática (internet), constituyen una de las influencias sociales más expansivas de la historia que repercute, para bien o para mal, en todas las áreas de la vida humana, tanto en los países prósperos, como en nuestros países latinoamericanos.

 

45.  Dependiendo de los intereses de sus propietarios, y de quienes los manejan, pueden ser vehículos de valores y desarrollo humano, o estar al servicio de ideologías deshumanizantes o simplemente al servicio del enriquecimiento personal. Entre estos medios, la radio y la televisión –incluidas las películas de entretenimiento- son los preferidos por el público masivo, generalmente menos habilitado para la lectura de los periódicos y otros medios impresos.

 

1.3.   Repercusiones de la globalización en la pastoral

 

46.   Nada de lo que es propio del ser humano le es ajeno a la Iglesia, las repercusiones de la globalización en la sociedad impactan también su vida y su misión. Sin embargo, hay que destacar que esta situación histórica ha agudizado tensiones que, aunque ya estaban presentes en la pastoral de la Iglesia, cobran hoy relevancia porque las nuevas circunstancias exigen clarificar y discernir caminos nuevos.

 

1.3.1.   Identidad cristiana y mercado religioso

 

47.   El fracaso de la cultura moderna en su pretensión de brindar sentido a la existencia humana y la dificultad pastoral para mantener la identidad cristiana de nuestros pueblos han dado lugar a la búsqueda creciente de alternativas religiosas y han favorecido la aparición de un auténtico supermercado religioso. La expresión religiosa, de no pocos, tiene características holísticas, eclécticas y seculares; ya no está ligada a lo institucional, a lo confesional, responde más bien a la inquietud del sentimiento religioso y poco a la búsqueda de Dios como persona.

 

48.   La exclusividad de que gozaba la Iglesia Católica en ciertos países y regiones comienza a diluirse y su voz pasa a ser una entre otras muchas. Esto ha provocado una tensión que lleva a algunos a tratar de recuperar el pasado, y a otros, a reformular el lenguaje de la fe desde un mundo multicultural y pluricéntrico.

 

 

1.3.2.   Religiosidad popular y evangelización

 

49.   No todas nuestras comunidades han sido suficientemente evangelizadas; el catolicismo real de muchas de ellas se expresa en lo que comúnmente es llamado religiosidad popular, cuya máxima expresión es la devoción a la Virgen María quien da identidad y sentido a los pueblos sojuzgados de América Latina.

 

50.   Ante los desajustes y desestabilización del nuevo contexto, las personas buscan responder a las preguntas vitales: ¿quién soy?, ¿por qué vivo así?, ¿qué me espera? En el proceso evangelizador el reto es valorar las tradiciones, los rituales, los símbolos y mitos de la religiosidad popular para purificarlos y asumirlos de modo que se logre presentar a Jesucristo como el verdadero sentido de la vida y que las expresiones religiosas sean manifestación de una auténtica inculturación del Evangelio.

 

1.3.3.   Particularidad y catolicidad

 

51.  Reconocer la fe de nuestras comunidades en el signo de unidad local, que es el Obispo propio, y en el Pastor Universal, que es el Obispo de Roma, es hacer justicia a este pueblo que ha mantenido su particularidad y su catolicidad, propiedades que se han de destacar ante el fenómeno de la globalización que pretende uniformarlo todo.

 

52.   Es necesario que se promueva en el seno de la Iglesia la mutua estima, respeto y concordia, reconociendo todas las legítimas diversidades. Que la tensión no inhiba nuestra diversidad y que ésta no obstaculice nuestra unidad

 

1.3.4.   Creatividad pastoral

 

53.    La comunidad cristiana no puede ser signo de esperanza en medio de un mundo globalizado si se siguen, por inercia, los mismos esquemas que, aunque loables, fueron vividos en otro contexto histórico; estos esquemas consuelan, pero no engendran cambio alguno. La Iglesia se encuentra ante una alternativa: o anunciar su Mensaje en las formas, esquemas y lenguajes tradicionales; o anunciar el mismo Mensaje en lenguajes nuevos y teniendo en cuenta la simbología de la generación actual. La creatividad es, en este momento, un imperativo impostergable para dar respuesta a las situaciones inéditas que está presentando el tiempo actual.

 

1.3.5.   Ministerialidad y servicios

 

54.   Si bien es cierto que en muchos ámbitos el contexto de globalización genera tensión y exclusión, en el ámbito del diálogo que la Iglesia establece con el mundo, sin negar tensiones que nunca faltan, el reto pastoral es abrir nuevas posibilidades y generar inquietudes de participación y de compromiso, especialmente desde la vocación y misión de los laicos, llamados a asumir su protagonismo en este momento de la historia.

 

55.    La Iglesia, misterio, comunión y misión, se manifiesta en toda su riqueza al asumir y hacer operativa la complementariedad entre los ministerios –sean los conferidos por el sacramento del orden, sean los conferidos de diversas formas a los laicos- y los servicios -sea en ámbitos de especial influencia en la sociedad o en lo ordinario de la vida cotidiana- pues unos y otros se orientan a la edificación permanente de la Iglesia y desde ésta a la construcción del Reino.

 

1.3.6.   Pastoral de masas y pastoral de pequeñas comunidades

 

56.   Secularmente han existido en la Iglesia la tensión entre la pastoral de masas y la pastoral de pequeñas comunidades. Una y otra han contribuido a la evangelización de nuestros pueblos. Si la primera ha permitido el crecimiento numérico de la Iglesia, ha dado carta de ciudadanía a expresiones de inculturación del Evangelio y ha fortalecido la conciencia de pertenencia a la Iglesia de los católicos menos practicantes, la segunda ha propiciado la conversión y la adhesión a Cristo, con la consecuente calidad en el compromiso apostólico.

 

57.   Sin embargo, lo corporativo de la globalización que está imponiendo un horizonte individualista -no personalizado, insensible a lo que acontece localmente, que prescribe lógicas mundialistas cuya dinámica hace creer al pueblo que no es posible el cambio-, lleva a descubrir la pastoral de pequeñas comunidades como una tarea indispensable para la personalización de la pastoral y para potenciar y dar fortaleza a la misma pastoral de multitudes.

 

1.3.7.   La familia nuclear y situaciones irregulares

 

58.   Los cambios recientes han ocasionado, gradualmente, una descomposición del modelo tradicional de familia nuclear que actualmente padece un proceso de desinstitucionalización e individualización, de forma que comportamientos antes considerados desviados han sido en buena medida desestigmatizados, creándose así un nuevo campo de tolerancia hacia las formas alternativas de “convivencia familiar”.

 

59.   En este momento histórico, la Iglesia se pregunta: ¿Qué puede hacer, como madre y maestra, frente a las numerosas familias que viven en situaciones difíciles e irregulares, a fin de que constituyan ámbitos de desarrollo humano y de formación en la fe?

 

2.      Una mirada de Fe: la comunión y la solidaridad

 

60.   La Iglesia tiene la ineludible tarea de mirar desde la fe el cambio de época que se está gestando para leer e interpretar este fenómeno como signo de los tiempos, redescubrir su misión evangelizadora y señalar los modos de realizarla.

 

61.    Nuestra mirada de fe se centra en la Persona de Jesucristo. No hay una fórmula mágica, nos ha recordado S. S. Juan Pablo II, para los grandes desafíos de nuestro tiempo; no es una fórmula la que nos salva, sino una Persona, Jesucristo, a quien hay que conocer, amar y seguir para vivir en Él la vida de comunión trinitaria y transformar con Él, y en comunión y solidaridad con nuestros hermanos, la historia presente hasta su perfección definitiva.

 

62.   Nuestra mirada nos da la ocasión de renovar nuestra confianza en la Alianza que el Señor quiso establecer con nosotros y entre nosotros por el amor, nos permite reconocernos Iglesia comunión, y nos abre al compromiso de ser, como Iglesia, la casa y la escuela de la comunión y de la solidaridad en fidelidad al designio de Dios y en respuesta a las profundas esperanzas del mundo.

 

63.   Desde la centralidad de Jesucristo y desde la comunión y solidaridad que Él quiso establecer por medio de su Iglesia, se ilumina el contexto de la globalización mundial a través de cuatro contenidos teológico-pastorales: la Nueva Alianza de Dios con el mundo a partir de la Encarnación del Verbo; la Iglesia, sacramento de Cristo para una cultura globalizada; una espiritualidad para tiempos de globalización y la mística evangélica que se requiere para la nueva evangelización.

 

2.1.   La Alianza, razón de nuestra Esperanza

 

64.   En medio de un contexto que hace morir tantas esperanzas sabemos que, en Cristo Jesús, la humanidad dio al Padre el sí incondicional e indisoluble a la Alianza; proclamamos que Dios es fiel y que su Alianza es indestructible; tenemos firme la confianza en la victoria de Jesucristo; y en María hallamos la señal más segura de esperanza.

 

2.1.1.   El mal ha sido vencido

 

65. El proyecto de Dios Creador se vio distorsionado por el pecado, pero quiso Él mismo, con su bondad y sabiduría infinitas, revelarse y manifestar el misterio de su voluntad por Cristo, la Palabra hecha carne, quien inauguró, en su propia carne, nuestra redención y santificación (Cfr. 1Cor 1,30); Él venció el mal; Él es el Salvador de todos los hombres y de todos los pueblos; Él ha establecido la nueva y definitiva Alianza.

 

66.    Heredera de una cercanía divina que se fue revelando en el Antiguo Testamento y que encontró su plenitud en la Encarnación del Verbo y su Misterio Pascual (cfr. Jn. 3,16; Fil, 2,6-11), la Iglesia desea que el mundo globalizado se convierta en la diversidad reconciliada donde brille la gloria del Redentor y se realice el Reino de Dios; este Reino que está ya en medio de nosotros “en misterio” y en crecimiento, como una semilla imperceptible, como la levadura en la masa, como el trigo amenazado entre la cizaña. Esta ambivalencia histórica no impedirá la victoria final del Reino (Cfr. I Cor 15,25-28).

 

2.1.2.   Dios es fiel a su alianza

 

67.   Creemos que, a través de la Pascua de su Hijo, Dios Padre nos ha reconciliado consigo y nos ha regalado una existencia redimida (2 Cor 5, 18-21); confesamos que el Espíritu de Dios Padre y del Señor Resucitado ha sido derramado sobre “toda carne” desde el día de Pentecostés (Hch 2, 17) y desde entonces llena la tierra y lleva a cabo la Alianza que abarca a todos los seres humanos y a todos los pueblos; nuestra fe nos lleva a confesar que Dios es fiel y que su Alianza se mantiene.

 

68.  En cada nueva época de su historia, el pueblo de Israel, a través de sus profetas y sabios, hizo una re-lectura de la Alianza, encontrando de esta manera el sentido de lo que vivía; Jesús también invitaba a sus discípulos a interpretar los signos de los tiempos en clave de Alianza. Por nuestra parte, proclamamos que Jesús quiso hacer de su comunidad de discípulos, por medio de su Espíritu, un “memorial permanente” de la Alianza, o sacramento de la Alianza de Dios con su pueblo, y que ella ha de ser también la clave de lectura de nuestro tiempo. Esta fe nos compromete en la globalización de la esperanza, pues creemos que no hay nada que se nos imponga como un destino fatal e ineludible y reconocemos que es nuestra misión luchar contra toda perversión de la Alianza y también aplaudir y bendecir todo lo que la anticipe.

 

2.1.3.   La esperanza no defrauda

 

69.  Los hechos que más nos impactan hoy no siempre manifiestan la salvación, ni la Alianza, ni el Reino de Dios que esperamos; la Alianza es combatida y denegada, allí donde se conculca la justicia, donde se niegan los derechos de Dios y del ser humano, donde se destruye nuestro hábitat, donde resurge la idolatría. No obstante, Jesús Resucitado pone en relación esta vida terrena con la eterna, da sentido a todas las realidades humanas, en especial a las más dolorosas y nos dice: “En el mundo encontrarán dificultades y tendrán que sufrir, pero tengan ánimo, yo he vencido al mundo” (Jn 16, 33).

 

70.   Jesús suscita en nosotros, por medio de su Espíritu, la esperanza que no defrauda, es decir, la confianza en que las dificultades, tantas veces percibidas como insuperables, serán vencidas (Cfr. Rom 8, 18-24). De ahí también la urgencia de ser testigos de la esperanza para nuestros hermanos, de dar razón de nuestra esperanza en medio de una generación que no sabe adónde va; de liberar en nosotros las energías de la esperanza, traduciéndolas en sueños proféticos, acciones transformadoras, e imaginación de la caridad.

 

2.1.4.   María, señal segura de esperanza

 

71.  Toda la vida de María es entrega y cooperación sin condiciones al Espíritu Santo. Su “fiat” permitió la Encarnación del Verbo, esperado por toda la humanidad; por su “fiat” coherente y perseverante María vivió silenciosamente en un pueblo de Palestina y fue probada por la pobreza, la persecución y el exilio; por su “fiat” acompañó a su Hijo Jesucristo en su camino de redención; todo ello la convierte en figura de la Iglesia peregrina en la fe. Nuestra Señora comprende el dolor de los hombres porque lo vivió intensamente y expresó su solicitud maternal, tanto en los problemas personales como sociales (Jn 2,3); ello explica que sea señal segura de esperanza y de consuelo, el punto de referencia que los pueblos de Latinoamérica han tenido para la esperanza y el sostén de sus vidas (Cfr. LG 68).

 

72.   Para demostrarnos su amor, María se ha manifestado mediante muchas y distintas advocaciones a lo largo del Continente, así ha congregado y acompañado a los pueblos latinoamericanos a través de la historia. En un mundo globalizado, la relación de María con el Espíritu adquiere especial relevancia: las diversas manifestaciones de María reflejan la inculturación concreta de los diversos rostros que asume la Iglesia en las culturas y pueblos; ella aglutina a los hombres en la oración y en la esperanza; ella abre a los pueblos el camino de la justicia, de la igualdad y de la responsabilidad; ella es la expresión más completa de nuestra dignidad y de nuestra vocación. De este modo, cuando los padres transmiten a sus hijos la devoción a María los aproximan a la vida del Espíritu, a la vida en la Nueva Alianza.

 

2.2.   La Iglesia, Sacramento de Cristo para una cultura globalizada

 

73.   Un aspecto fundamental de la Encarnación del Hijo de Dios –y, por tanto, de la Alianza- se expresa a través de la categoría de “intercambio”; la expresión “admirabile commercium” nos habla de la comunicación e intercambio entre lo divino y lo humano en la Persona divina de Jesús, de modo que lo humano es asumido por lo divino y lo divino es donado a lo humano. Esta categoría teológica es particularmente importante en nuestro tiempo para iluminar la realidad de nuestro mundo desde la Iglesia de Cristo, la cual promueve la comunión, prolonga el misterio de la Encarnación y lo actualiza por la solidaridad con la luz de su Doctrina Social.

 

2.2.1.   La Iglesia Comunión: catolicidad y localización

 

74.   La Iglesia, nacida de la Alianza nueva que Dios estableció por la Encarnación de su Hijo y su Misterio Pascual (Cfr. LG 9), “aparece como un pueblo reunido en virtud de la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” (LG 4). Ella ha de irradiar el misterio de comunión que brota de la Trinidad en sus diversos niveles: familia, comunidad local y comunidad internacional.

 

75.    Sacramento de unidad universal, la Iglesia se encarna en cada cultura y, desde todos sus niveles, ofrece el mensaje universal y transcultural del Evangelio y asume su tarea de ser casa y escuela de comunión para infundir un estilo “católico” de vivir y convivir. En cuanto comunión católica, la Iglesia tiene la misión de fomentar el intercambio en el nivel universal, promover el diálogo entre las culturas y la justicia entre los Estados, buscando la unidad internacional y la paz mundial.

 

76.   La catolicidad cualifica el intercambio de la Iglesia con el mundo en todos los niveles. El Pueblo de Dios tiene algo que aportar al mundo y algo que aprender de él. Esto exige descubrir el vínculo recíproco por el cual la mundialidad puede ayudar a realizar la catolicidad y ésta puede ayudar a que el mundo sea una “familia de pueblos”. El aporte “católico” puede servir al equilibrio entre la unidad universal y las diversidades particulares.

 

2.2.2.   La Iglesia: prolongación del misterio de la Encarnación

 

77.   La Encarnación del Hijo de Dios, con el admirable intercambio que implica, se prolonga en la historia por medio de la Iglesia, la cual, en su identidad y en su relación con el mundo, está constituida a imagen del Verbo encarnado (LG 8a) y guarda una dobleanalogía con ese intercambio: lo divino y lo humano se unen en su constitución interior (SC 2), lo eclesial y lo secular se intercomunican en su relación con el mundo (GS 44a).

 

78.  El misterio de la Encarnación actúa y se manifiesta globalmente en la Iglesia universal –“sacramento de la salvación y de la unidad del género humano”– y localmente en cada una de sus iglesias particulares: “Es especialmente en la realidad concreta de cada Iglesia donde el misterio del único Pueblo de Dios asume aquella especial configuración que lo hace adecuado a todos los contextos y culturas. Este encarnarse de la Iglesia en el tiempo y en el espacio refleja, en definitiva, el movimiento mismo de la Encarnación” (NMI 3).

 

2.2.3.   El misterio de la Encarnación se actualiza en la solidaridad

 

79.    En cierto modo, mediante la Encarnación, el Hijo de Dios se ha unido a todo hombre; por esta razón, la Iglesia no puede permanecer insensible a todo lo que sirve al verdadero bien del hombre, como tampoco puede permanecer indiferente a lo que lo amenaza; es así como la solidaridad hace actual el misterio de la Encarnación y adquiere una dimensión global. Sin embargo, Jesucristo se ha identificado especialmente con los más pobres y excluidos; de este modo, podemos afirmar que la opción por los pobres, la solidaridad con ellos, es una dimensión constitutiva de la fe en Jesucristo; “sobre esta página, la Iglesia comprueba su fidelidad como Esposa de Cristo, no menos que sobre el ámbito de la ortodoxia”.

 

80.   La dimensión global que hoy la Iglesia le asigna a la solidaridad también se fundamenta en el mandato misionero de Jesucristo de predicar a todas las gentes y hasta los confines del mundo, y en la conciencia que la Iglesia posee, respecto del alcance mundial que tienen actualmente algunos de los problemas más graves que padece la humanidad y respecto de la responsabilidad que el cristianismo tiene de contribuir con su aporte en la configuración de una cultura donde la dignidad de la persona se salvaguarde y se promueva. De esta manera, la globalización de la solidaridad, que la Iglesia ha de impulsar, colabora a realizar el proceso dinámico de la Encarnación, es decir, colabora a dilatar la presencia del Reino de Dios, ya desde ahora, promoviendo una cultura basada en la justicia, el amor y la paz.

 

2.2.4    Del encuentro con Jesucristo a la solidaridad con todos

 

81.    En Cristo, cada hombre reencuentra no sólo a la divinidad sino también el significado profundo de su propia humanidad; por eso, “el cometido fundamental de la Iglesia en todas las épocas, y particularmente en la nuestra, es dirigir la mirada del hombre, orientar la conciencia y la experiencia de toda la humanidad hacia el misterio de Cristo”; esto es, provocar el encuentro y la experiencia del discipulado para tomar conciencia del valor que posee la dignidad de cada ser humano y para vivir una conversión del corazón que se manifieste en la virtud de la solidaridad con todos los hombres como expresión operante de la caridad.

 

82.    La virtud humana de la solidaridad, al ser vivificada por la gracia y el don de la fe en Cristo, se convierte en fuente de amor fraterno, de perdón y reconciliación (Cfr. Mt 6, 9-15). Para el cristiano, la solidaridad es el ejercicio de la caridad que lo santifica, lo dignifica, y lo hace participar activamente en la construcción de la comunidad.

 

83.    Cuando la solidaridad se establece como un modo habitual de acción que dinamiza las relaciones sociales, podemos decir que la cultura de la solidaridad ha surgido. La solidaridad tiene que trascender las iniciativas meramente momentáneas para que funja realmente como sostén de la sociedad como sujeto; este es el camino para que una cultura y una civilización basadas en el amor sean posibles dentro de la historia; este es el camino para globalizar la solidaridad.

 

2.2.5.   Doctrina Social de la Iglesia y solidaridad

 

84.  Los principios esenciales de la Doctrina Social de la Iglesia deben ayudar a interpretar la realidad y a actuar con eficacia en la promoción de la comunión y la solidaridad para favorecer el proceso de humanización de la globalización.

 

85.    A la base de todo, debe afirmarse la primacía de la dignidad de la persona al interior de los procesos múltiples que constituyen el mundo globalizado. La interconexión entre los diversos principios de la Doctrina Social -solidaridad, subsidiaridad, autoridad, comunión y participación, primacía del trabajo sobre el capital, destino universal de los bienes, justicia social, bien común- posee como sustento las exigencias éticas fundamentales que se desprenden del valor de la persona.

 

86.    Dada la gran importancia del factor económico dentro del complejo fenómeno de la globalización, es necesario dejar claro que un modelo económico que atribuya un papel central y casi redentor a la dinámica del mercado, por encima de la persona, es del todo inadecuado. La Doctrina Social de la Iglesia no reprueba la economía de mercado, pero exige el respeto a la persona humana.

 

87.    Una economía de mercado que colabore en la promoción de la libertad, en el reconocimiento del destino universal de los bienes, en la vigencia del legítimo derecho a la propiedad, en la práctica de una sana competencia, en la solidaridad, y -de fondo- a que la persona crezca en su “ser” y no sólo en su “tener”, con toda seguridad contribuirá al bien que el pueblo requiere, fortalecerá la solidaridad, y será un elemento fundamental para propiciar el desarrollo. Los cristianos debemos trabajar con entusiasmo por crear condiciones de vida donde la riqueza pueda ser creada y distribuida con justicia, sirviendo a todos, y evitando que existan situaciones de exclusión y marginación de cualquier índole.

 

88.   En Latinoamérica y, en general, en el mundo globalizado, la mentalidad de que los resultados económicos son el criterio para el desarrollo se encuentra, aún tal vez sin saberlo, profundamente arraigada en algunos sectores; no obstante, es necesario tener presente que el desarrollo integral que necesita un pueblo no puede ni debe reducirse al puro crecimiento económico, aunque lo incluya.

 

2.3.      Una espiritualidad eclesial para tiempos de globalización

 

89.   En la dinámica de la revelación, nadie puede ser profeta si primero no es testigo; por ello, el principio fundamental de la misión evangelizadora no es otro sino la experiencia del Dios vivo.

 

90.     La emergencia y complejidad de la globalización obliga a una novedosa experiencia de Dios con la conciencia de que Él es capaz de revelarse con nuevos rostros que exigen actitudes inéditas. Para reconocer los fenómenos culturales emergentes como espacios privilegiados de la gracia que libera y como obra del Espíritu que convoca al anuncio y edificación del Reino, conviene subrayar una triple vertiente que ha de acompañar la espiritualidad de nuestro tiempo.

 

2.3.1.   Espiritualidad de la misión

 

91.   Esta vertiente de la espiritualidad nos permite tener conciencia de que la misión que penetra el mundo y la historia no es nuestra, nace en las “entrañas” de Dios Padre que envía al Hijo y, unido al Hijo, envía al Espíritu Santo; a nosotros nos ha sido concedido, por pura gracia, participar en ella. La conciencia de ser llamados y enviados está estrechamente vinculada a la conciencia de ser hijos de Dios, servidores de nuestro Padre y de su proyecto de salvación.

 

92.   La espiritualidad de la misión nos permite mantener firme el rumbo de nuestra vida y acción: el sueño de Dios es la Alianza nueva y definitiva, la instauración de su Reino, la encarnación continuada; cada uno de nosotros ha recibido para ello su propio don o carisma. Finalmente, la espiritualidad de la misión no sólo nos pone en comunión con el misterio trinitario, sino también entre nosotros, pues somos misioneros en la Iglesia, comunidad enviada.

 

2.3.2.   Espiritualidad de la comunión

 

93.   Esta vertiente de la espiritualidad es la que hace mantener la mirada del corazón en el misterio de la Trinidad, fuente de comunión; es la que nos da la capacidad de sentir al hermano en la unidad de la Iglesia, donde los miembros más débiles son los más necesarios (cfr. I Cor 12, 22-26); es la que nos da la capacidad de ver lo que hay de positivo en el otro y valorarlo como regalo de Dios; es la que nos dispone a dar espacio al hermano, llevando mutuamente la carga de los otros (Cfr. Gal 6, 2) y rechazando las tentaciones egoístas que continuamente nos asechan y engendran competitividad, desconfianza y envidia (cfr. NMI 43).

 

2.3.3.   Espiritualidad de la solidaridad

 

94.   La espiritualidad de solidaridad, que postula un mundo con sabor a Reino de Dios y que impulsa a transformar la sociedad, se fundamenta en el amor misericordioso de Dios por la humanidad; encuentra su urgencia en las entrañas de misericordia que sienten en carne propia el dolor del hermano (cfr. Ex 3,8; Os 11,8-9; Lc 10, 29-37). Sin la conciencia de que la solidaridad es un don recibido, pareciera que ésta encuentra su fuente en nuestra propia iniciativa.

 

95.   Esta espiritualidad se expresa como una forma peculiar de vivir el Evangelio en la autodonación al otro, a la manera de la vida trinitaria; así, la espiritualidad y la diaconía son inseparables y se complementan mutuamente, de tal forma, que toda auténtica espiritualidad se confirma en el servicio y todo servicio es nutriente de la espiritualidad cristiana. Por esta razón, normalmente la solidaridad es punto de llegada del encuentro con Cristo, el fruto maduro de la comunión.

 

2.4.   Mística evangélica para la nueva evangelización

 

96.  La tarea evangelizadora, en el contexto de un mundo globalizado, particularmente en América Latina, requiere algunas actitudes básicas que inspiren la búsqueda de una respuesta eficaz a los nuevos interrogantes. Estas actitudes son como la mística evangélica de la evangelización en el contexto actual.

 

2.4.1.   Leer los signos de los tiempos: la nueva contemplación

 

97.   Nuestro Dios es el Dios de la historia, quien, a través de su Espíritu, acompaña y dinamiza la Iglesia que peregrina con toda la humanidad. En medio de esta historia hay interpelaciones de Dios en signos que es necesario saber identificar y leer. Por ello, el cristiano debe estar impregnado de una capacidad de discernimiento que le permita ir identificando la presencia y la voluntad de Dios en medio de la ambigüedad de la historia.

 

98.   El discernimiento exige contemplación, apertura para dejarse sorprender por un Dios a veces imprevisible, uso de las ciencias humanas en orden a un análisis crítico y, sobre todo, capacidad de diálogo y comunión con los pastores para hacer un discernimiento comunitario en el seno de las comunidades eclesiales.

 

2.4.2.   Discernir juntos, nunca solos: humildes ante la verdad

 

99.   Discernir los signos de los tiempos y buscar la mejor respuesta a los desafíos de hoy no es una tarea solitaria sino solidaria; una tarea que implica el debate, la puesta en común de hipótesis, la humildad científica y, sobre todo, la honestidad intelectual en un esfuerzo inter y trans disciplinar. Es cierto que la verdad no siempre coincide con el criterio de la mayoría; pero también es cierto que el aislamiento nos hace más propensos al error.

 

2.4.3.   Aprender de los demás: otra forma de testimoniar la fe

 

100.  La Iglesia, sacramento de un Reino escatológico que tiene una dimensión histórica e inmanente, hace camino en medio de una humanidad peregrina y sabe que no tiene respuesta para todas las situaciones, pero convencida de que es poseída por la Verdad que la sobrepasa infinitamente y desde la cual puede iluminarlas, se ha de sumar a todos los creyentes y personas de buena voluntad en la búsqueda de aquellas respuestas que da el Evangelio a las nuevas preguntas que se presentan. De esta manera, el diálogo y la disposición a aprender de los demás es también testimonio de fe.

 

2.4.4.   Mostrar a Dios más que demostrarlo: la fuerza del testimonio

 

101.    La fe no consiste solamente en el asentimiento intelectual de un conjunto de verdades, sino en un modo de vida al estilo de Jesús. Hoy, más que nunca, la tarea evangelizadora debe estar respaldada por el testimonio. En un mundo globalizado, la carencia y vacío de experiencia de pertenencia convoca a la Iglesia a dar un testimonio de comunión; un mundo fragmentado, insolidario, discriminante y excluyente, desafía a los cristianos a un testimonio de solidaridad.

 

2.4.5.   Inculturación e inserción: pastoral de encarnación

 

102.  Una pastoral de encarnación es la condición para una Iglesia mediadora de la salvación: “lo que no es asumido, no es redimido” (San Ireneo). La inserción del evangelizador y la inculturación permanente del Evangelio, son dos exigencias de una auténtica evangelización.

 

2.4.6.   Valorar y respetar la sociedad plural: espiritualidad del diálogo

 

103.    La imagen del que es infinito y pleno no puede ser agotada en la limitación de cada hombre, varón o mujer, ni en una sola cultura; sino que se expresa en la pluralidad de seres diferentes y en la diversidad cultural. Esto exige saber aceptar y afrontar el conflicto, fruto del encuentro entre diversidades que pueden salir enriquecidas porque respetar y acoger al diferente es acoger al propio Dios, siempre nuevo y sorprendente.

 

2.4.7.   Innovar e innovarse: mentalidad de cambio

 

104.      El dinamismo de la historia y la velocidad de los cambios del contexto actual exigen de los cristianos, no tan sólo un cambio de mentalidad, sino una mentalidad de cambio que impulse a vivir un proceso de conversión permanente. Una auténtica mentalidad de cambio mantiene la conciencia de la provisionalidad de la verdad identificada y abre a una visión prospectiva de la historia en la conciencia de que Dios va siempre adelante. El cambio es algo inherente, tanto a las realidades históricas como a la experiencia de la fe y abrirse a él es la condición para recibir o promover lo nuevo, para hacer historia, particularmente historia de la salvación. Esto implica un permanente cuestionamiento y auto-cuestionamiento un innovar e innovarse también permanentemente.

Plan Global 2003-2007

“Abrirnos con confianza al futuro”

1.      Es cometido de la Iglesia reflejar la luz de Cristo y hacer resplandecer su rostro en cada época de la historia. Si nuestra mirada de fe se centró en la persona y la obra salvadora de Jesucristo, la respuesta que debemos, como Iglesia, al nuevo contexto que vivimos no ha de ser otra sino la de anunciarlo y poner en ejercicio dicha acción salvadora. “No se trata, pues, de inventar un nuevo programa. El programa ya existe. Es el de siempre, recogido por el Evangelio y la Tradición viva...Es un programa que no cambia al variar los tiempos y las culturas, aunque tiene cuenta del tiempo y de la cultura para un verdadero diálogo y una comunicación eficaz” (NMI 29).

 

2.    Al abrirnos con confianza al futuro, para cumplir con nuestra vocación y misión eclesial, destacamos los grandes desafíos que el actual contexto social y eclesial plantea a la pastoral, subrayamos los criterios que han de fundamentar nuestra acción, establecemos las prioridades pastorales con las que nos comprometemos y señalamos los campos de acción y tareas por donde ha de avanzar la nueva evangelización de nuestro Continente.

 

1.      Desafíos de la globalización a la pastoral

 

3.     Al iniciar un nuevo período de servicio del CELAM hemos de tener presente todo lo que desafía a la acción pastoral de la Iglesia. En una consideración amplia hemos de asumir los desafíos heredados de nuestro pasado reciente y los que se derivan de la vida apasionante del presente. Lo que hemos logrado nos desafía para consolidarlo y extenderlo, lo que está pendiente nos desafía para hacerlo realidad; las luces del nuevo contexto nos desafían para aprovecharlas, y sus sombras nos desafían para iluminarlas.

 

4.     Aunque los dos capítulos ya considerados nos posibilitan reconocer la amplia cantidad y variedad de desafíos que hoy hemos de asumir en nuestra tarea pastoral, destacamos ahora siete de ellos y queremos asumirlos si pretendemos que nuestra respuesta sea eficaz en la tarea de humanizar la globalización y globalizar la solidaridad.

 

1.1.   Proponer el valor de la gratuidad

 

5.     En un contexto de globalización, marcado por una cultura que busca a todo precio la eficiencia y el éxito económico, los cristianos tenemos el desafío de recordar la dimensión de gratuidad, ya que lo más humano no se compra ni se vende, tiene valor pero no tiene precio. En su esencia, el cristianismo es la religión de la gratuidad, por eso el cristianismo es Evangelio; ahí, todos los excluidos oyen de Jesucristo que Dios los ama de verdad y sin condiciones; ellos no tienen que demostrarle que son buenos, Él los ama primero con un amor que se recibe como regalo.

 

1.2.   Reencontrar el sentido de la vida

 

6.    El nuevo contexto que vivimos está generando un relativismo que niega toda referencia al absoluto y quita el interés para formularse preguntas últimas. Esta realidad ha dado lugar a que los bienes materiales se conviertan en el “absoluto” que orienta la existencia de muchos, situación que va dejando un lastre de vacío y de falta de sentido, tanto entre quienes gozan de ellos como entre quienes los carecen, porque nos hacemos incapaces de acallar las preguntas silenciadas que siguen rondando en el corazón humano. Es un inmenso desafío abrir los espacios que permitan a los seres humanos darle sentido a sus vidas; clarificar los caminos que faciliten a los hombres y mujeres de nuestro tiempo conducirse hacia fines que ordenen sus vidas.

 

1.3.   Buscar el sentido religioso en el actual contexto

 

7.   Aunque América Latina ha conservado siempre un substrato religioso fuerte y continuo a través de su historia, el número de personas alejadas de la fe y los no practicantes aumentó considerablemente durante las últimas décadas del siglo pasado, sobre todo entre las clases media y alta, muchos de los cuales vuelven a experimentar el deseo de introducir en sus vidas el sentido de la trascendencia. Esta búsqueda, por el proceso mismo de globalización, se realiza en el contexto de una pluralidad de propuestas religiosas y se ve afectada por muchos elementos que caracterizan la cultura actual: los escasos criterios de referencia para ubicarse ante Dios, la fragmentariedad del conocimiento, la afirmación de lo individual sobre lo comunitario, la primacía de la experiencia, la emotividad sobre el dato de fe, el rechazo del Magisterio, etc.

 

8.   Para los católicos del Continente, en un momento en que el diálogo y el discernimiento de las relaciones con otras religiones y otros grupos cristianos se vuelve más necesario, es urgente el fortalecimiento de la propia identidad cristiana, así como afrontar la revisión y la purificación de las propias formas de comunicar la fe, para recuperar el verdadero sentido del encuentro con Dios y de la apertura no condicionada a su mensaje de salvación.

 

1.4.   Reconstruir los vínculos de pertenencia y de responsabilidad social

 

9.  Hoy se exalta el valor de la libertad, se promueve la búsqueda de la autonomía del hombre y, al privilegiar la esfera de lo privado sobre la esfera de lo social, se impone un individualismo práctico que tiene sus consecuencias en el campo de la política, la economía y la vida social en general. El precio de esta búsqueda de la individualidad trae consigo la disolución de los vínculos familiares, comunitarios, étnicos, culturales y políticos, lo cual tiende a comprometer la vida y su desarrollo.

 

10.    Esta situación es un desafío para los cristianos, los cuales están llamados a vivir y construir solidariamente su entorno, en relación abierta con los creyentes y con los demás miembros de la sociedad. Reconstruir los vínculos que recompongan el tejido social, y que hacen posible el verdadero desarrollo del hombre es una tarea que encuentra un área fundamental en la familia, como espacio vital donde se reconstruyen los principios, las actitudes y las acciones que luego dan origen a la red de relaciones que el hombre construye en la vida social.

 

1.5.   Formular una ética que nos permita humanizar la globalización

 

11.   En la globalización, como se está produciendo, no pocos experimentan que decisiones vitales que impactan su vida y la de su comunidad son tomadas a distancia por instancias multinacionales, usando como único criterio la rentabilidad, sin contar con la participación de los afectados. Esta situación, que trae consigo grandes riesgos de corrupción y abusos en quienes toman las decisiones y de apatía y exclusión entre quienes las padecen, está exigiendo una ética que asegure el desarrollo humano, que permita humanizar la globalización.

 

12.  Dado el nuevo contexto de la globalización, está ética debe ser pluralista, de manera que permita a cada uno aportar lo mejor que tiene y posibilite aprender de los demás. Es un desafío para los cristianos compartir sencillamente la rica experiencia humana del cristianismo, desde la tradición humanizante recibida del Pueblo de Dios hasta la figura y ejemplo de su Fundador; al mismo tiempo, es un desafío dejarse interpelar por otras tradiciones.

 

1.6.   Cambiar la orientación profunda de la globalización

 

13.   El contexto de la globalización podría ofrecer grandes posibilidades de desarrollo a la humanidad: permitiría no sólo unir e intercomunicar a la familia humana, sino darle a los bienes su destino universal; facilitaría el hacer una sana transferencia tecnológica que permitiría destruir las infamantes diferencias que hoy existen entre los pueblos, etc. Sin embargo, para que la globalización pueda dar buenos frutos, es necesario rescatarla de la orientación economicista de corte neoliberal que hoy la anima. Es un desafío para los cristianos mostrar que, más allá de la motivación de lucro, de la competencia sin cuartel de los individuos y los países en un mercado desregulado, pueden desarrollarse valores de colaboración, intercambio, solidaridad y responsabilidad comunes.

 

1.7.   Dialogar con el mundo de la ciencia y la tecnología

 

14.    En el esfuerzo encaminado a evangelizar toda la realidad humana, es urgente el diálogo de la Iglesia y de los cristianos con el mundo académico y científico, diálogo en el cual los laicos han de ocupar un lugar preponderante. Para los cristianos constituye un reto el mostrar que el respeto integral de la persona y la adopción de un código ético por parte de los hombres dedicados a la investigación, más que limitar el avance de la ciencia y la tecnología, es la mejor garantía para su desarrollo.

 

2.      Criterios pastorales

 

15.     Antes de considerar las prioridades pastorales con las que hemos de comprometernos y de señalar los ámbitos de acción y tareas, subrayamos seis criterios que se desprenden de nuestra mirada de fe y que definirán un estilo y un modo concretos de realizar la nueva evangelización en América Latina ante los desafíos de la globalización.

 

2.1.   Encuentro personal con Jesucristo vivo

 

16.   El encuentro personal con Jesucristo vivo es el único camino de conversión, de comunión y de solidaridad; es el itinerario de toda acción pastoral y la raíz de la cual brotan todos los demás imperativos.

 

17.  “El encuentro personal con el Señor, si es auténtico, llevará también consigo la renovación eclesial: las iglesias particulares del Continente, como Iglesias hermanas y cercanas entre sí, acrecentarán los vínculos de cooperación y solidaridad para prolongar y hacer más viva la obra salvadora de Cristo en la historia de América”.

 

18.   Es necesario que los cristianos seamos los primeros contempladores del rostro de Jesús (cfr. NMI 16) y que asumamos este encuentro como un proceso progresivo de conversión, pues sólo así el Espíritu Santo da testimonio de Cristo Jesús en nuestros corazones (Cfr. Rm 5, 5). El estilo de vida y el modo como lo expresan los agentes de pastoral serán lo que defina la eficacia pastoral, pues ésta jamás podrá ser una realidad, si aquellos no son identificados por su experiencia de Cristo y su ardor para anunciarlo.

 

2.2.   La misión compartida como camino de santidad integral

 

19.   Ciertamente el ministerio ordenado confiere una especial responsabilidad para servir al pueblo de Dios e impulsar la ministerialidad de la Iglesia; no obstante, la naturaleza de la vida cristiana y la globalización con los grandes desafíos que nos plantea, nos exigen reafirmar la misión compartida por todo el pueblo de Dios como el camino de santidad integral. En este marco necesitamos insistir en el protagonismo de todos y cada uno de los bautizados como sujetos de la tarea evangelizadora.

 

20.   Queremos suscitar especialmente, y con énfasis, la actividad evangelizadora de los laicos en la edificación del Reino, desde su responsabilidad específica en la transformación del mundo; ningún ámbito de la vida social debería estar privado de laicos que aporten la luz del Evangelio: la política, la empresa, el sindicalismo, los barrios, etc. Además, la inmensa mayoría de la Iglesia en América Latina la conforma nuestro pueblo pobre y sencillo. Sólo una profunda conversión en cada uno de nosotros, hará de la Iglesia un espacio vital donde los pobres tengan capacidad real de participación y sean reconocidos cada uno en su propio valor.

 

21.   Para que los laicos, y entre ellos especialmente los más pobres y sencillos, sean protagonistas de la nueva evangelización, la promoción humana y la cultura cristiana, es necesaria una constante promoción del laicado, libre de todo clericalismo y sin reducción a lo intraeclesial (SD 97). Esto exige que se prepare a los presbíteros y diáconos permanentes para que confíen más en los laicos, los ayuden a capacitarse y los estimulen en su misión.

 

2.3.   Creatividad social de la Caridad

 

22.   Cristo, al redimir todo lo humano, convoca a colaborar con la dilatación de su Reino, actuando y decidiendo a la luz del Evangelio en orden a la transformación efectiva de las estructuras del mundo. Es tarea de la Iglesia desplegar operativamente la dimensión social de la caridad, atendiendo a las exigencias éticas fundamentales que brotan de la inalienable dignidad de la persona humana. Para esta tarea, la Iglesia encuentra en su Doctrina Social la expresión de un valioso conjunto de valores permanentes, criterios de juicio y directrices de acción para guiar la creatividad social de la caridad.

 

23.   La Doctrina Social es parte de la concepción cristiana de la vida; no es, pues, un saber exterior o accidental dentro de la comprensión de nuestra fe, sino que, al contrario, muestra que la certeza sobre la presencia de Jesucristo no se agota en sus consecuencias dentro de la vida interior o la práctica privada de acciones honestas. Ningún cristiano puede sentirse eximido de las obligaciones que posee respecto del compromiso social y la lucha a favor de la justicia. La diferencia de ministerios dentro de la Iglesia impone que este deber, en conciencia, se realice de múltiples maneras de acuerdo a la identidad y vocación de cada quien; no obstante, en este terreno los fieles laicos poseen una responsabilidad particular, ya que son llamados por el Señor a santificarse precisamente en la transformación del mundo según Cristo.

 

2.4.   Santidad, Comunión e Inculturación como ejes transversales de la pastoral

 

24.   La santidad, la comunión y la inculturación no son opcionales en la pastoral, ni pueden reducirse a una pastoral específica, ellas han de procurarse como ejes transversales que favorezcan una respuesta que sea integral y eficaz en el complejo contexto de la globalización actual.

 

25.   La santidad cristiana consiste en vivir en una plena comunión de amor con Dios y con los demás para transformar la historia (Cfr. NMI 29). En este orden, la Iglesia está llamada a manifestarse como la comunidad santa del Pueblo de Dios que genera ámbitos y estructuras vivas de santidad, no sólo personal, sino también comunitaria. La santidad nos ha de impulsar a la actividad evangelizadora compartida, por ello ha de ser el núcleo de la vida y como el eje transversal que ilumine y potencie las acciones propias de la pastoral ordinaria.

 

26.    Hay que recordar también que la eficacia pastoral se alcanza mediante la intensidad de nuestra comunión con Dios, la calidad de los vínculos de nuestra fraternidad y comunión eclesiales, y la capacidad de convertirnos en servidores de todos. La comunión, así entendida, debe convertirse en eje transversal de la vida de la Iglesia y de su acción evangelizadora, de tal manera que se multipliquen los espacios de solidaridad en todos los niveles de las comunidades eclesiales. El futuro de la misión de la Iglesia dependerá sustancialmente de la vivencia de la comunión.

 

27.   Finalmente, hay que tener siempre presente que evangelizar es encarnar el Evangelio en los ambientes. La Iglesia debe tener la capacidad de colocar su levadura dentro de la tradición cultural que se está dando. La inculturación, como recuerda Juan Pablo II, "debe hacerse respetando debidamente el camino siempre distinto de cada persona y atendiendo a las diversas culturas... de tal manera que no se nieguen los valores peculiares de cada pueblo, sino que sean purificados y llevados a su plenitud" (NMI 40). Sin inserción, respeto y diálogo con las culturas y sus sujetos, la evangelización no será más que un proceso de sometimiento y colonización.

 

2.5.   Catolicidad para llegar a todos

 

28.    La globalización, que ha multiplicado las relaciones sociales y ha dado la posibilidad de llegar a todas partes con un sinnúmero de mensajes, muchas veces sin un referente ético definido, al mismo tiempo genera la exclusión social. Ante este hecho es necesario reafirmar la catolicidad de la Iglesia y llegar a todos con el mensaje incluyente del Evangelio y su propuesta de vida nueva.

 

29.    La acción evangelizadora tiene por destinatarios a todos los hombres y a todo el hombre, por ello urge hablar según la mentalidad y cultura de los oyentes, de manera que lleguemos realmente a todos; este estilo inclusivo nos exige no despreciar ninguna de las posibles maneras de transmisión de la fe, creer en las personas, y respetar su capacidad y voluntad de respuesta, sin discriminarlas ni abandonarlas, aún en los momentos en que parecieran no responder del modo esperado.

 

2.6.   Evangelización como proceso permanente

 

30.    Dios irrumpe en la historia, muchas veces, sorpresivamente, pero también ilustra su obra con las imágenes de la semilla, la vid, la levadura, por lo que la evangelización también debe entenderse como un proceso permanente de educación en la fe. Los procesos son movimientos vitales de las personas y de las comunidades, y por lo mismo, no se violentan sino que se acompañan con sumo cuidado y respeto.

 

3.      Prioridades en un mundo globalizado

 

31.     Sin agotar el amplio espectro de la realidad que el nuevo contexto nos ofrece, ni la riqueza del Evangelio que la ilumina, nos detenemos ahora a considerar, brevemente, un fundamento y un horizonte como prioridades que asumimos en un mundo globalizado.

 

3.1.   La primacía de la persona

 

32.    En la construcción de una nueva sociedad, el principio, el sujeto y el fin de todas las instituciones sociales debe ser la persona humana, imagen de Dios, ser único, irrepetible, abierto a la trascendencia, en comunión con los demás y con un proyecto propio de vida. Todo tipo de manipulación genética, psicológica, social, política o religiosa de la persona, implica un reduccionismo de la dignidad humana que va en sentido contrario a un desarrollo integral de la humanidad.

 

3.2.   El respeto de la identidad

 

33.    Una de las condiciones para que la globalización no termine en una nivelación ni en un colonialismo económico y cultural, consiste en el respeto del pluralismo, especialmente en el respeto de la dignidad y la identidad de los más débiles. El horizonte de la globalización tiene que mantenerse plural, con la gran diversidad que presenta la humanidad, ya que cada realidad humana refleja a Dios, no sólo de manera limitada, sino también de manera parcial.

 

3.3.   La globalización de la solidaridad

 

34.    La solidaridad, entendida como “la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común; es decir, por el bien de todos y cada uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de todos” (SRS 38), es el propósito de una nueva visión del mundo y de la historia fundada en la primacía de la persona. Por ello, la globalización de la solidaridad debe ser el horizonte que nos ayude a construir una sociedad justa y fraterna, en la cual los más pobres y excluidos tengan el puesto que les corresponde como miembros de la gran familia humana.

 

4.    Ámbitos de acción y tareas

 

35.   Ya que la evangelización sólo será eficaz si asume lo concreto de la historia y la impregna de los valores del Reino, retomamos la riqueza de todo lo considerado para brindar algunos elementos más operativos hacia la programación. Conscientes de que nuestra respuesta de fe ha de encaminarse cada vez más hacia una pastoral orgánica y de conjunto, señalamos los ámbitos de acción y presentamos las tareas que no se deben descuidar si pretendemos impulsar una auténtica nueva evangelización.

 

4.1.   Comunión y diálogo

 

36.     La comunión, antes que un conjunto de acciones supone el cultivo de una espiritualidad y se ha de procurar como un eje transversal de toda acción pastoral; sin embargo, reconociendo el gran papel que para su promoción tiene los señores Obispos, las estructuras, y el diálogo, tanto Ecuménico como Interreligioso, denominamos “comunión y diálogo” al primer ámbito de pastoral y en él destacamos las siguientes tareas:

 

4.1.1.   Contribuir al fortalecimiento de la comunión eclesial en sus diferentes niveles

 

37.   Es necesario continuar el fortalecimiento de la integración eclesial latinoamericana mediante los servicios a las Conferencias Episcopales nacionales y de las experiencias de comunión vividas en las Asambleas Generales del Episcopado Latinoamericano (Cfr. E Am 4). Por otra parte, en el espíritu de Ecclesia in America, que destacó las formas de diálogo episcopal que van más allá de los límites nacionales e hizo ver la conveniencia de fortalecer las reuniones interamericanas, es necesario también promover la colaboración eclesial Americana como expresión de solidaridad efectiva (Cfr. E Am 37).

 

38.   Es necesario también continuar impulsando la solidaridad entre las Iglesias hermanas pues queda ciertamente aún mucho por hacer para expresar, de la mejor manera, las potencialidades de los instrumentos de la comunión (NMI 44). Así mismo, es urgente favorecer el dinamismo de las diócesis a través de la formación y apoyo a los señores Obispos para que sea más eficaz el esfuerzo por la nueva evangelización de América” (E Am 36); no hay que perder de vista que es en las Iglesias locales donde se pueden establecer aquellas indicaciones programáticas concretas que permiten que el anuncio de Cristo llegue a las personas, modele las comunidades, e incida profundamente mediante el testimonio de los valores evangélicos en la sociedad y en la cultura (Cfr. NMI 29).

 

4.1.2.   Impulsar los procesos de renovación de la Parroquia y de desarrollo de pequeñas comunidades

 

39.    No hay que olvidar que “la parroquia es un lugar privilegiado en el que los fieles pueden tener una experiencia concreta de la Iglesia. Hoy en América, como en otras partes del mundo, la parroquia encuentra a veces dificultades en el cumplimiento de su misión. Una atención especial merecen, por sus problemáticas específicas, las parroquias en sus grandes núcleos urbanos...” (E Am 41).

 

40.   El seguimiento de Jesús nos conduce a la formación y vivencia de la espiritualidad de comunión en pequeñas comunidades que sean vivas y dinámicas. Es necesario favorecer el desarrollo de las pequeñas comunidades cristianas que sean testimonio del espíritu comunitario y solidario.

 

4.1.3.   Favorecer la integración de los Movimientos eclesiales y las Asociaciones laicales

 

41.  “Los espacios de comunión han de ser cultivados y ampliados día a día, a todos los niveles, en el entramado de la vida de cada Iglesia. En ella, la comunión ha de ser patente en las relaciones entre Obispos, presbíteros y diáconos, entre pastores y todo el Pueblo de Dios, entre clero y religiosos, entre asociaciones y movimientos eclesiales” (NMI 45).

 

4.1.4.   Promover el diálogo Ecuménico e Interreligioso

 

42.    En el campo ecuménico es necesario reconocer y apreciar “los bienes verdaderamente cristianos, procedentes del patrimonio común, que se encuentran entre nuestros hermanos separados" y buscar siempre la renovación de la Iglesia, entendida como el “aumento de la fidelidad hacia su vocación”, especialmente en las dimensiones bíblica, catequética, espiritual y social, propiciando, a la vez, el conocimiento mutuo, la oración conjunta y una seria formación ecuménica.

 

43.     En el diálogo con las religiones no cristianas, además de establecer relaciones de cooperación en temas tan importantes como la defensa y promoción de la vida, es necesario fomentar un sincero respeto por “los modos de obrar y de vivir, los preceptos y doctrinas, que, aunque discrepan en muchos puntos de lo que la Iglesia profesa y enseña, no pocas veces reflejan un destello de aquella Verdad que ilumina a todos los hombres”.

 

4.2.   Misión y espiritualidad

 

44.  La Iglesia existe para evangelizar, esta es su vocación más profunda; ha sido llamada para estar con el Señor y para ser enviada como portadora de una palabra viva y eficaz por la acción del Espíritu Santo. Antes de destacar otro campo específico de su acción, o alguna característica o medio que se exige especialmente ante los procesos de globalización mundial que estamos viviendo, es necesario reconocer que un ámbito de acción es el cumplimiento de su misión en sentido amplio, ya que desde ella nace y se desarrolla la espiritualidad cristiana. Dentro de esta ámbito destacamos las siguientes tareas:

 

4.2.1.   Estimular el desarrollo de la pastoral bíblica para favorecer el encuentro personal con Cristo y su seguimiento

 

45.    Es misión de la Iglesia favorecer el encuentro de los hombres con Jesucristo, Palabra del Padre, de manera que aquellos, por la gracia del Espíritu, descubran el amor del Padre y puedan hacer el camino de conversión que conduce a la comunión y a la solidaridad; esto es, el camino del discipulado. En tiempos de crisis, de muchas ofertas de sentido, y de búsquedas tan variadas de experiencias espirituales, es tarea de la Iglesia orientar a los hombres hacia el tesoro de la Palabra de Dios; Ella es el ámbito seguro para el encuentro con Jesús, la fuente segura del discipulado cristiano y la orientadora de nuestros actos.

 

4.2.2.   Impulsar la catequesis y la liturgia

 

46.   En los últimos veinte años hemos escuchado, de manera insistente, el llamado del Papa a promover una nueva evangelización, con nuevo ardor, con nuevos métodos y nuevas expresiones. “La nueva evangelización, en la que todo el Continente está comprometido, indica que la fe no puede darse por supuesta, sino que debe ser presentada explícitamente en toda su amplitud y riqueza. Este es el objetivo principal de la catequesis, la cual, por su misma naturaleza, es una dimensión esencial de la nueva evangelización”.

 

47.  Unido al esfuerzo por una catequesis renovada, está el impulso que debemos dar a la dimensión celebrativa de nuestra fe. El Concilio Vaticano II abrió las puertas a una reforma litúrgica viva, inculturada, participativa (SC 14) y diversa, dentro de una unidad fundamental que no hemos acompañado suficientemente por desidia, por temor o por simple falta de creatividad.

 

4.2.3.   Valorar la religiosidad popular para discernirla y purificarla

 

48. Dentro del proceso evangelizador tenemos el reto de valorar las tradiciones, los rituales, los símbolos y mitos de la religiosidad popular para purificarlos y asumirlos como auténticas expresiones de vida cristiana. Es por el camino del discernimiento que se logrará presentar a Jesucristo como el verdadero sentido de la vida en los núcleos de la religiosidad popular, de manera que las expresiones religiosas, tan apreciadas por nuestros pueblos, lleguen a ser manifestaciones de la inculturación del Evangelio.

 

4.2.4.   Dinamizar la misión “ad gentes”

 

49.   La Iglesia no puede sustraerse a la actividad misionera hacia los pueblos, cuya tarea sigue siendo anunciar a Cristo, Camino, Verdad y Vida, en quien los hombres encuentran la salvación. Esta tarea exige procurar una formación adecuada en el mundo plural actual y una eficaz organización misionera (Cfr. NMI 56).

 

4.3.   Vocaciones y Ministerios

 

50.    Para ser fiel a su vocación y Misión, la Iglesia ha de redescubrirse día a día convocada y enviada, tanto en su conjunto como en la pluralidad de vocaciones y ministerios. En este ámbito subrayamos las siguientes tareas:

 

4.3.1.   Estimular la promoción de las diferentes vocaciones

 

51.    El Papa nos invita a “organizar una pastoral de las vocaciones amplia y capilar, que llegue a las parroquias, a los centros educativos y familias, suscitando una reflexión atenta sobre los valores esenciales de la vida, los cuales se resumen en la respuesta que cada uno está invitado a dar a la llamada de Dios, especialmente cuando pide la total entrega de sí y de las propias fuerzas para la causa del Reino”.

 

4.3.2.   Impulsar la promoción de los ministerios confiados a los laicos

 

52.   Se debe estimular también la participación activa de los laicos en la vida de la Iglesia, a fin de que aporten sus talentos y carismas al crecimiento de las comunidades cristianas en los diversos servicios y ministerios, teniendo en cuenta una formación adecuada y siempre en comunión con sus pastores.

 

4.3.3.   Colaborar en la integración de la Vida consagrada en la experiencia eclesial

 

53.    Ecclesia in America reconoce la importancia del aporte de las personas consagradas, tanto en la historia pasada de nuestro Continente como en el presente. “Por ello, a las puertas del tercer milenio se ha de procurar que la vida consagrada sea más estimada y promovida por los Obispos, sacerdotes y comunidades cristianas. Y que los consagrados, conscientes del gozo y de la responsabilidad de su vocación, se integren plenamente en la Iglesia particular a la que pertenecen y fomenten la comunión y la mutua colaboración” (E Am 43).

 

4.3.4.   Impulsar la formación y acompañamiento de los ministros ordenados

 

54.    Es urgente una adecuada formación inicial y permanente de los ministros ordenados, ya que una expresión pastoral privilegiada de la comunión y de la solidaridad de la Iglesia será la participación comprometida de los Obispos, presbíteros y diáconos permanentes, quienes por el sacramento del orden están especialmente orientados a favorecer la ministerialidad de la Iglesia. Una atención especial se ha de dar a la capacitación y acompañamiento de los formadores de los seminarios (Cfr. E Am 40); al desarrollo de una atención pastoral a favor de los presbíteros (Cfr. E Am 39) y al cuidado en la selección, formación y acompañamiento de los Diáconos Permanentes (Cfr. E Am 42).

 

4.4.   Vida y cultura

 

55.   Vida y cultura son dos conceptos amplios. El ámbito de acción al cual nos referimos considera algunos sectores específicos en los cuales se desarrolla la vida de los hombres y mujeres, así como la educación y cultura que viven y construyen. Estos sectores, y los aspectos que aquí se consideran, requieren un trabajo específico de inculturación. En este campo destacamos las siguientes tareas:

 

4.4.1.   Animar la iglesia doméstica

 

56.   Es urgente una amplia labor catequética sobre el ideal cristiano de la comunión conyugal y de la vida familiar que incluya una espiritualidad de la paternidad y la maternidad. En un continente caracterizado por un considerable desarrollo demográfico deben incrementarse continuamente las iniciativas pastorales dirigidas a las familias, pues si éstas realizan en sí mismas el ideal al que están llamadas por voluntad de Dios, se convertirán en verdaderos focos de evangelización (Cfr. E Am 46 y 76).

 

4.4.2.   Acompañar a los jóvenes en un mundo plural y globalizado

 

57.    “Si a los jóvenes se les presenta a Cristo con su verdadero rostro, ellos lo experimentan como una respuesta convincente y son capaces de acoger el mensaje, incluso si es exigente y marcado con la cruz” (NMI 9).

 

4.4.3.   Favorecer la atención a indígenas y afroamericanos

 

58.   América Latina y el Caribe es un Continente multiétnico y pluricultural en el que conviven diversos pueblos con sus respectivas culturas (Cfr. SD 244). La Iglesia ha de defender los valores culturales de todos los pueblos, especialmente de los oprimidos, indefensos y marginados (Cfr. SD 243). Aquí se ha de ubicar el imperativo del rescate o defensa de las culturas autóctonas, frente a la masiva cultura de dominación que invade todos los ambientes y subvierte los valores tradicionales.

 

4.4.4.   Colaborar en la construcción de la paz

 

59.  En medio de un marcado pluralismo cultural y religioso, la Iglesia tiene la tarea de proponer una base firme de paz y contribuir al alejamiento del espectro funesto de las guerras y de toda forma de violencia.

 

4.4.5.   Estimular, desde la educación, la formación en valores

 

60.     Si queremos una sociedad justa y equitativa, es necesario contribuir en la democratización de la educación y estimular la formación en valores. Es necesario también influir en la concepción de la educación como una tarea permanente, no vinculada exclusivamente a una etapa de la vida.

 

4.4.6.   Dialogar con los sectores que mayor desafío ofrecen a la nueva evangelización

 

61.    Los límites y los peligros de la razón técnica-instrumental exigen a la Iglesia un diálogo con las ciencias. Es este un campo privilegiado de diálogo con el mundo, ya que las ciencias desmitifican la fe y la fe contribuye a fortalecer el compromiso de la ciencia con la verdad y la promoción de la vida. La Iglesia ha de promover también, desde su identidad cristiana, el diálogo con la cultura y con los no creyentes para establecer caminos de cooperación en los esfuerzos de globalizar la solidaridad, sobre todo en los aspectos que se refieren a los derechos humanos, la construcción de la paz y la participación de la ciudadanía.

 

4.5.   Justicia y solidaridad

 

62.    Tras haber profundizado en el misterio de la Iglesia, el Concilio Vaticano II se dirige no sólo a los hijos de la Iglesia Católica y a cuantos invocan a Cristo, sino a todos los hombres, con el deseo de anunciar cómo entiende su presencia y su acción en el mundo para colaborar en su transformación (Cfr. GS 2). En este espíritu la Iglesia Latinoamericana quiere atender el campo de la justicia y la solidaridad; en este ámbito, especialmente, se ha de responder al desafío global de humanizar la globalización y globalizar la solidaridad. Dentro de este ámbito se han de asumir las siguientes tareas:

 

4.5.1.   Estimular y acompañar la Pastoral social

 

63.           Es necesario procurar el fortalecimiento de la Pastoral Social para que sea promotora de la solidaridad en las diferentes esferas de la vida social: trabajo, salud, derechos humanos, justicia, paz, etc. Para avanzar en estas tareas, hay que procurar una vida ética y no sólo un acuerdo en torno a ciertos principios éticos; hay que promover la autonomía o la autodeterminación de los pueblos y la interdependencia de las naciones; es necesario promover la búsqueda de un nuevo concepto de desarrollo que tenga como punto de partida y de llegada a la persona humana y a toda persona; y hay que empeñarse en la inclusión de los excluidos, lo cual implica una acción de suplencia en aquellos lugares donde el poder publico se exime en cumplir sus obligaciones y apoyar a la ciudadanía a organizarse.

 

64.           La Iglesia ha de colaborar para que el derecho al desarrollo integral se convierta en un deber para las personas, la sociedad civil, y el estado, de tal forma que se garantice la igualdad de oportunidades para todos, la participación de mujeres y hombres en la construcción de la sociedad, la vigencia de los derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales, la resolución pacífica de los conflictos, la protección del medio ambiente, la creación de empleo para todos, la solidaridad internacional, especialmente con los países en desarrollo y la distribución equitativa de los bienes.

 

4.5.2.   Impulsar la vocación y misión de los laicos

 

65.    La vocación de los fieles laicos posee una identidad secular muy propia que los debe llevar a transformar las realidades temporales en la vida familiar, social, laboral y política, a la luz del Evangelio. En este aspecto, “un laicado, bien estructurado, con una formación permanente, maduro y comprometido es el signo de Iglesias particulares que han tomado muy en serio el compromiso de nueva evangelización”.

 

4.5.3.   Fortalecer una pastoral de la movilidad humana

 

66.   La Iglesia ha de ser consciente de la situación problemática que padecen las personas en movilidad y se ha de esforzar por desarrollar una verdadera y eficaz atención pastoral entre ellas y para suscitar, al mismo tiempo, una actitud de acogida por parte de las poblaciones locales, convencida de que la mutua apertura será un enriquecimiento para todos (Cfr. E Am 65).

 

4.6.   Comunicación

 

67.    La globalización, que permite que una multiplicidad de mensajes llegue a todas partes e influya en la vida de todos, nos muestra la necesidad de llegar a todos con el mensaje del Evangelio y su oferta de vida nueva. En este ámbito distinguimos las siguientes tareas:

 

4.6.1.   Impulsar la Pastoral de la comunicación

 

68.   En la Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos de América, los Padres sinodales indicaron numerosas iniciativas concretas para una presencia eficaz del Evangelio en el mundo actual: el fomento de centros de producción cualificada; el uso prudente y acertado de satélites y nuevas tecnologías; la unión de esfuerzos para la adquisición y gestión de nuevas emisoras y redes de radio y televisión; y el sostenimiento periódico de publicaciones de calidad.

 

69.  Cabe a la Iglesia empeñarse no sólo en hacer buen uso de los medios de comunicación y ayudar a formar una conciencia crítica frente a ellos -educando para la autorregulación, sin cesar en la búsqueda de una reglamentación ética, sino también en promover su democratización.

 

70.    Aprender los nuevos lenguajes de la comunicación, empleados sobre todo por los jóvenes, y entender las nuevas formas de estar en la sociedad, sin olvidar lo tradicional, es un desafío para el desarrollo de la nueva evangelización. Así mismo, es importante promover que todos los sectores de la Iglesia usen Internet de modo creativo para asumir sus responsabilidades y realizar la obra de la Iglesia.

 

4.6.2.   Difundir el Magisterio de la Iglesia y la riqueza de la vida eclesial

 

71.  Para que la evangelización sea oportuna, pertinente y eficaz, se requiere presentar de manera adecuada “el verdadero rostro de la fe cristiana, que no es simplemente un conjunto de proposiciones que se han de acoger y ratificar con la mente, sino un conocimiento de Cristo vivido personalmente, una memoria viva de sus mandamientos, una verdad que se ha de hacer vida”.

Plan Global 2003-2007

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Plan Global 2003-2007

Comunión para la solidaridad, una pastoral alimentada y generadora de esperanza

La realidad que se nos presenta está llena de luces y sombras y puede mirarse desde sus signos de desesperanza o puede contemplarse como el escenario donde se perciben nuevos rostros de Dios que interpela a los discípulos de Jesús y los convoca a buscar respuestas creativas y congruentes con las nuevas situaciones.

Quien cree en la Alianza se sabe llamado y enviado; quien vive la convicción de que el Espíritu del Señor va desplegando su fuerza y su sabiduría en la comunidad que discierne y se compromete, se alimenta de una firme esperanza y es capaz de generar esperanza.

En el actual contexto de la globalización, la Iglesia juega un papel relevante, pues, no obstante sus numerosos fallos, aún conserva una credibilidad que la hace digna de confianza. Por ello, en los inicios del nuevo milenio, queremos proclamar las palabras de Jesús: “no tengan miedo”. Queremos proponer a América Latina y El Caribe como un proyecto que se construye sobre la complementariedad y la colaboración; es una propuesta que tiene sus raíces más profundas en el Evangelio, que brota del encuentro con la persona de Jesucristo y que se traduce, mediante la experiencia de la conversión, en una vida de comunión para la solidaridad.

Confiando en la presencia del Señor resucitado diseñamos programas y proyectos con sus propios objetivos. Ojalá podamos desatar procesos pastorales que generen esperanza, de tal manera que como comunidad creyente seamos la casa y escuela de comunión para colaborar en la respuesta al desafío de humanizar la globalización y globalizar la solidaridad.




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